26/10/15


Estaba claro que no iba a poder mantener el ritmo de los primeros días (hacer entrevistas lleva su tiempo...y dormir un poco resulta que es necesario para no morir, mira tú qué cosas), así que hoy "sólo" toca ver cuatro películas. Pero lo importante no es la cantidad, sino la calidad. Y en ese sentido la jornada resulta de lo más fructífera.

Sobre todo porque la primera película del día es también la película del festival: "The invitation", o cómo la peor sinopsis de la historia (lo cierto es que leyendo la reseña oficial la cosa no me llamaba nada) se puede convertir en una de las mejores películas del año. Y no lo digo sólo yo, que por algo la cinta de Karyn Kusama fue la gran triunfadora de Sitges.


"The invitation" es una película de terror, pero no una al uso. No hay puertas que se abren solas ni sustos fáciles. Y aún así da miedo. No del que te sobresalta, sino el que se queda contigo durante mucho tiempo. Miedo a que lo que cuentan pueda ser perfectamente real. Miedo a cómo el dolor se apodera de nuestra mente y nos puede llevar a la locura.

Will y Eden estaban casados. Hasta que murió su hijo. Eso les destrozó, les separó y, por el camino, desmanteló a todo el grupo común de amigos, que no sabían qué hacer ni qué decir. Pero tras dos años, Eden y su nuevo novio invitan a todos a cenar, incluyendo a Will y a su nueva pareja. Es una ocasión para ponerse al día y pasar página. Pero pronto Will empieza a sospechar que el motivo de la reunión es más siniestro de lo que imaginan, y que podría tener que ver con una secta. La pregunta es, ¿está en lo cierto o es todo un producto de su imaginación para boicotear la reunión y seguir anclado en su dolor?

En serio, es una cinta cojonuda. Qué pena que no se vaya a estrenar hasta marzo del año que viene.


Todas las líneas que le he dedicado a "The invitation" pienso quitárselas a "La próxima vez apuntaré al corazón", cinta francesa que se ocupa de un hecho real: en los 70 la policía estaba tras la pista de un asesino que disparaba a mujeres jóvenes, sin sospechar que el culpable era uno de los agentes que tomaba parte en la investigación.

El trabajo de Guillaume Canet es soberbio y la cinta tiene personalidad propia, pero aún así me parece demasiado aburrida y sin foco claro. Sí, acabas entendiendo que el protagonista es un enfermo, pero no logras empatizar con ninguno de los personajes.


Es, sin duda, la película menos interesante del día. Pero todo mejora con el "Frankenstein" de Bernard Rose, nueva aproximación al personaje, pero desde una perspectiva muy diferente. De entrada, la película está contada desde el punto de vista de la Criatura que, además, no tiene tornillos ni está hecho de partes de cadáveres, sino que fue creado a través de ingeniería genética...aunque un mal funcionamiento le estropea completamente la piel.

Es una película muy curiosa, muy actual, que plantea preguntas interesantes sobre la identidad personal y cómo nos convertimos en lo que somos. Una hábil lectura de la novela de Mary Shelley que, siendo fiel a la fuente original, es al mismo tiempo novedosa y fresca.


Antes de eso, por cierto, asisto a la segunda Master Class del Festival, en este caso a cargo del maestro Rick Baker. Se le nota enfadado porque por un error no ha podido cargar todas las diapositivas que quería enseñar, y además están en desorden, por lo que le toca improvisar. Pero a servidor le da igual, y creo que al público asistente también: oírle hablar es un regalo, y sinceramente da igual lo que cuente, porque todo lo que sale de su boca (desde sus desventuras con Larry Cohen hasta sus recuerdos de King Kong o su faceta como pintor) es apasionante. Incluso cuando, con cariño, se dedica a "putear" un poco a la pobre intérprete (lo que al público le hace gracia; intuyo que a ella no tanto).

De regreso al cine, termino la jornada con otra gran película: "Bone Tomahawk", otra de las triunfadoras en Sitges (S. Craig Zehler se llevó el premio al Mejor Director). Un western atípico, por lo simple de su historia (una cuadrilla se interna en el territorio de una tribu de salvajes caníbales para rescatar a una joven a la que han secuestrado). su ritmo pausado, sus escenas violentas cortas pero brutales y su apuesta por los personajes por encima de la acción.


La una de la madrugada no es el horario que yo recomendaría para verla, seré sincero. Zehler no sólo se lo toma con calma a la hora de desarrollar la historia, sino que la peli dura sus buenos 140 minutos, así que de haberla visto más fresco estoy seguro de que me habría gustado aún más. Pese a todo, es un magnífico film. Y encima lo protagoniza Kurt Russell, ¿qué más se puede pedir?

Bueno, quizás días de 50 horas. Pero no sólo es imposible sino que, en el caso de lograrlo, estoy seguro de que me las arreglaría para no tener tiempo de dormir ni con esas...