20/10/18


Los británicos, cuando se ponen, hacen unos thrillers (con elementos de terror) de lo más apañados. Me refiero a películas pequeñas, de esas que no causan gran revuelo, pero que están muy bien armadas. Que te atrapan. Ahora mismo me vienen a la cabeza, por ejemplo, "Eden Lake" o "Tower Block", dos films que pasaron por Sitges y que fueron gratas sorpresas, a pesar de no convertirse en títulos de esos que conoce el público mayoritario.

Desgraciadamente, y a pesar de lo mucho que me hubiera gustado, "White Chamber" no entra en esta categoría.


Y ojo, que la premisa resulta de lo más interesante. En un Reino Unido a la vuelta de la esquina, envuelta en una guerra entre un Gobierno totalitario y una facción rebelde dedicada a derrocar a los dirigentes, a los que considera tiranos, una mujer despierta en el interior de una cámara herméticamente cerrada (la "white chamber" del título) sin que parezca saber bien qué hace allí o por qué la han capturado.

La habitación es, a grandes rasgos, una sala de tortura. Desde fuera, una voz distorsionada, sin rostro, es capaz de elevar la temperatura, de bajarla hasta congelar la estancia, hacer que llueva ácido del techo...todo lo que sea necesario con tal de conseguir respuestas. Respuestas que la prisionera, que afirma ser una simple trabajadora del ministerio, una de tantas, afirma no poseer.


Veo los quince primeros minutos de película y me siento intrigado. Me hago preguntas sobre lo que puede estar pasando. Y sobre todo, me pica la curiosidad sobre cómo será capaz el director, Paul Raschid, de mantener la tensión durante noventa minutos. Lamentablemente la respuesta llega pronto: no es capaz.

(Aunque intentaré no destripar demasiado la película, los dos párrafos que vienen a continuación se puede considerar un spoiler. Avisados quedan).

Porque cuando piensas que toda la película va a ser un juego del gato y el ratón entre los captores y la asustada chica, de repente "White Chamber" revela todas sus cartas, haciendo que las respuestas afloren. Pronto queda claro qué está pasando. Quién es quién. Y peor aún, justo en ese momento comienza un largo flashback que sirve para explicar cómo hemos llegado a la situación presentada al inicio. Ya, lo malo es que esa no es la historia que al menos yo quería ver. Porque una vez que sé cual es el punto de partida y cual el de llegada, terminar de conectar los puntos tampoco resulta ni tan difícil ni tan apasionante.


Para que se hagan una idea, es como si en "Sospechosos habituales" supiéramos desde el principio que Kevin Spaacey es Keyser Söze. Sí, podríamos centrarnos en ver si Chaz Palminteri será capaz de descubrirlo a tiempo, pero en realidad la gracia de la historia se habría perdido.

Pues aquí pasa exactamente lo mismo. Me interesaba el elemento Kafka, el tratar de entender una situación extraña. Tratar de adivinar quién es la mujer, quién es el captor. Quién miente, qué es lo que los personajes buscan. Una vez que ese misterio se revela, el resto, por bien estructurado que esté, carece de interés. Aunque quizás sea yo, pero es el motivo por el que suelo odiar las precuelas. Porque me pueden tratar de engatusar todo lo que quieras, pero sé cómo va a acabar la cosa.


Tampoco ayuda mucho la resolución de la película, risible y absurda. Se toma el camino más fácil, con un giro final tan traído por los pelos, tan poco creíble, que desde luego no ayuda a salir de la sala de cine con una buena sensación. Es el último clavo en el ataúd de una historia que, sin ser mala, sí que es decepcionante. Sobre todo por lo que prometía. Por lo que podía haber dado.

En el lado positivo, los actores. Oded Fehr y Shauna Macdonald se dejan la piel y hacen lo imposible por dotar de vida a sus personajes y darles tridimensionalidad. Pero al final su esfuerzo se ve lastrado por un guión, el auténtico punto débil de la película, que no está a la altura y les impide terminar de brillar del todo.


No me malinterpreten, "White Chamber" no es mala. Pero tampoco es buena. Y viendo los antecedentes, sabiendo lo que otros cineastas son capaces de hacer, hay que pedir más. Sobre todo en una edición de Sitges que ha dejado el listón muy alto en cuanto a la calidad de gran parte de los films proyectados.