19/10/15


Tengo una confesión que hacer: aún no he visto "La gran belleza" de Paolo Sorrentino (y ya puestos, dado que me van a lapidar, admito que aún voy por la tercera temporada de "The Wire". Todos tenemos pecados que expiar). Pero si es la mitad de buena que "Youth" (y todo el mundo insiste en que es como mínimo el doble), creo que me va a encantar.

La pregunta es, ¿qué pinta una peli como "Youth" en un festival como Sitges? Siendo sinceros, nada de nada (es mucho más carne de San Sebastián). Habría que hacer malabarismos con la retórica para buscarle alguna remota conexión con el fantástico. Pero igual que el festival ha evolucionado hacia un totum revolutum de "yo programo lo que me apetece", el público que acude a Sitges también lo ha hecho, y lo que quiere es ver buenas películas, aunque en ellas no salgan alienígenas o robots gigantes.


En "Youth" no hay ninguna de esas dos cosas (a lo más que llegamos es a ver a Paul Dano, que interpreta a un actor, caracterizado como un "monstruo" de la vida real). Pero lo que sí atesora la película es calidad a raudales. Calidad y muchas ideas y sentimientos que se entremezclan en una historia que avanza sin que parezca que va a ninguna parte, y que al final te deja con la sensación agridulce de que apenas si se ha movido de la casilla de salida pero que, al mismo tiempo, te ha llevado a recorrer el mundo entero.

La amistad de dos ancianos, uno de ellos director de orquesta retirado (sublime Michael Caine) y el otro director de cine que intenta sacar adelante su testamento cinematográfico (un no menos brillante Harvey Keitel), que pasan juntos sus vacaciones en un lujoso hotel de los Alpes, es un simple macguffin para hablar de la vida y la muerte. De los sueños y los remordimientos. De la amistad, de la traición, de lo que fuimos y de lo que somos. Es un compendio de ideas tan abrumador que, días después de haberla visto, creo que aún no he llegado a asimilarla plenamente. Aún sigo pensando en ella, lo que dice bastante a su favor.


Es, en el fondo, una historia sobre la juventud. Más en sentido figurado que literal, ya que ninguno de los protagonistas es lo que se dice un jovenzuelo (la "niña" del reparto es Rachel Weisz, y sus 45 años no se los quita nadie). Una reflexión sobre lo que nos motiva a seguir adelante, sobre los obstáculos en el camino y cómo superarlos. Sobre la amistad sincera y el hecho de que la vida puede ser bonita o fea, y somos nosotros los que tenemos que decidir qué parte queremos ver y cual ignorar.

Hay mucho de poesía en el film. También humor e incluso una cierta (y sana) dosis de erotismo. Hay historias que se entrecruzan, diálogos que dicen mucho más de lo que aparentan, escenas en principio prescindibles pero que contienen el alma de la cinta... Es imposible describirla con palabras. "Youth" te habla directamente al corazón. No es una película para todos los públicos, ojo. Pero si te interesa lo que empiezas a escuchar, entonces es imposible que no acabes enamorado de ella. Yo lo estoy.


Un homenaje a Maradona (aunque sin nombrarlo jamás), jóvenes guionistas que se enamoran, escaladores, infidelidades, la Reina Isabel II, Jane Fonda disfrutando de sus cinco minutos en pantalla... todo eso y mucho más cabe en "Youth", fruto de una muy pensada anarquía, en la que Sorrentino juega a hablar de la vida en todo su esplendor, sin ceñirse a un único camino narrativo, pero sin convertir tampoco la película en un caos argumental. Gran trabajo de contención.

Siendo sinceros, no todo en "Youth" funciona. La película tiene fallos, muchos fallos. Pero como dicen Caine y Keitel en sendos momentos de la película, hablando de su relación, "la nuestra es una buena amistad, porque sólo nos contamos las cosas buenas". Pues así he decidido que sea esta crítica. Una en la que sólo hable de las cosas positivas de la cinta. Porque los errores ni son importantes ni merece la pena nombrarlos. Quedémonos con los aciertos. Que, además, son muchos.