23/9/16


Oliver Stone debería llamar a Michael Moore y salir con él a tomar una copas y contarse batallitas, porque los dos se están volviendo un poco cansinos. 

A ver, Dios me libre de decirle al señor Stone qué cosas deben interesarles o qué tipo de películas tiene que hacer. Pero el amante del cine que hay en mí echa de menos los tiempos en los que el director ponía sus obsesiones políticas y personales al servicio de grandes películas como "Platoon", "Nacido el 4 de julio" o, mi favorita, "Un domingo cualquiera", que consiguió algo muy difícil: que me interesara el fútbol americano (básicamente porque está rodada como si fuera una auténtica batalla campal. Cómo la disfruté).

Pero eso es porque antes Stone rodaba con mucha más energía y pasión. En los últimos tiempos es como si el mensaje le interesara mucho más que la forma en la que éste es presentado. Y así pasa que películas como "World Trade Center" (sobre el 11-S) o "Wall Street 2" hablan de cosas que le importan, (temas muy interesantes, por otra parte), pero están rodadas como si no le interesaran lo más mínimo, como si hubiera dicho "qué coñazo, que me obligan a completar la película en vez de poder hacer directamente una tertulia de cuñados, que es lo que en realidad me apetece".


"Snowden", por desgracia, entra en esta categoría. El tema es apasionante, pero si realmente te interesa, lo mejor que puedes hacer es ponerte a ver el documental "Cizitenfour". Porque lo que ha hecho Oliver Stone es rodar un biopic convencional, muy sesgado y con una historia de amor sonrojante, que parece metida con calzador (y que está claro que no le importa en absoluto, aunque ahí estamos todos de acuerdo; es una subtrama prescindible no, lo siguiente)

Al director le falta garra, así de claro. Tiene tanto talento que le basta con tirar de oficio para rodar una cinta muy digna a la que, en el aspecto formal, no se le puede poner ninguna pega. Pero estamos hablando de Oliver Stone, por el amor de Dios. "Convencional" y "digno" son palabras que nunca deberían aparecer asociadas a su cine. Se ha domesticado, como si el cine le aburriera y prefiriera aprovechar el tiempo en tertulias políticas donde exponer sus ideas.


Por suerte para él (aunque en realidad no creo que haya sido cuestión de "suerte", sino que es un viejo zorro que sabía que esto era necesario), cuenta con un elenco de primer nivel que le ayuda a salvar la papeleta y aumentar la calidad de la cinta. Empezando por un imperial Joseph Gordon Levitt que se mimetiza a las mil maravillas con el Snowden real, demostrando una vez más su gran calidad como actor. Su interpretación es sobresaliente.

A su lado (y obviando a una Shailene Woodley de la que sólo diré que me gusta más en la saga "Divergente", y a la que el papel no creo que le quede grande, pero sí que no encaja en él), una sucesión de actores y actrices de primer nivel demostrando su talento en las pocas secuencias en las que aparecen: desde el siempre excelente Tom Wilkinson hasta una magnífica Melissa Leo, pasando por Zachary Quinto, Rhys Ifans, Joely Richardson, o un...parece mentira que vaya a decir esto..,magnífico y contenido (para lo que es habitual en él) Nicolas Cage, ese actor que ha perdido el norte pero que a mí siempre me ha caído bien y que sigo pensando que, en el proyecto adecuado, aún podría dar una última gran sorpresa.


Si mi primer gran problema con la película es que está por debajo de que lo que el director puede (y debería) ofrecer, mi otro gran "pero" tiene que ver con el contenido. El discurso de Oliver Stone es tan partidista, tan personal, tan sesgado, que mi escepticismo me lleva a cuestionar todo lo que veo en pantalla. A ver, no dudo que el Gobierno de Estados Unidos espía a todo el mundo (si están leyendo esta crítica confío en que me digan qué les parece), que todos los políticos son muy malos y que cada día se pisotea nuestra privacidad. Ok, compro. Pero se me hace raro pensar que Snowden sea una especie de moderno Capitán América, un héroe sin dobleces ni defectos que lo hizo todo llevado por una impecable ética personal. Si lo es, chapó por él. Pero la experiencia me ha enseñado que en la vida real nadie es tan bueno (lo que no es una crítica hacia su persona, que no le conozco; pero ya saben lo poco que me gusta que me intenten vender motos, ni siquiera cuando se trata de un director al que admiro tanto).

"Snowden", en última instancia, se convierte en una nueva muesca en el cinturón del tío Oliver. Una película de lo más consecuente con su forma de pensar, pero que en el fondo no deja de ser una muestra de narcisismo cinematográfico. Un "yo tengo razón y voy a demostrarlo" que, para qué negarlo, me fatiga. Porque, como nunca he ocultado, entiendo el cine como un arte. Las noticias las veo en los informativos.


Michael Moore, tras su excepcional "Bowling for Columbine", poco a poco fue olvidando que la gente pagaba no por escucharle a él (al menos no sólo por eso), sino por verle exponer sus argumentos de una forma brillante. Creo que en su caso ya ha cruzado la línea de no retorno. Pero Oliver Stone, que tiene mucho más talento, aún está a tiempo de firmar excelentes trabajos que, más allá de su ideología, puedan ser defendidos cinematográficamente. No tiene que irse muy lejos para ver que es posible hacer pensar a la gente y fascinarla al mismo tiempo. Sólo tiene que recordar que su nombre aparece en los títulos de crédito de la increíble "JFK".