23/6/16


Existen dos Neil Labute: el oscuro y el más oscuro.

El primero a veces hace películas de encargo, porque tiene facturas que pagar y a los estudios en ocasiones les da miedo financiar sus burradas. Es el Labute del remake americano de "Un funeral de muerte", "Wicker Man" o "Protegidos por tu enemigo". Pero incluso entonces, cuando no está hablando de sus propias obsesiones, puedes reconocerle en algunos detalles. El humor negrísimo de la primera, las escenas misóginas de "Wicker Man" (mejor película de lo que la gente piensa) o la mala baba de que en la tercera cinta citada sea un negro, y encima policía (Samuel L. Jackson) quien acosa a una pareja blanca.


El segundo Labute es todavía más interesante, incluso en sus películas menos conseguidas. En los últimos tiempos parece haberse domesticado, y ni "Dirty Weekend" ni "Una mañana con Velvet" alcanzan las cotas de hijoputez de la que es capaz el director. Aún así, cuando ves las películas, sabes que son suyas. Porque escarba en lo más oscuro de la naturaleza humana. Nos muestra nuestros peores secretos, nuestros pensamientos más sucios, todas las debilidades que compartimos los seres humanos y que, mientras muchos se avergüenzan de ellas, Labute las muestra con orgullo.

Sólo un director como él puede hacer una comedia como "Persiguiendo a Betty" que, lejos de hacerte reír, termina por deprimirte.


Y luego está el mejor Neil Labute. El más desatado, el que disfruta exhibiendo las miserias de sus personajes. El que nos mira a los ojos y nos dice "cuidado, que ese también eres tú". Porque él mejor que nadie entiende las pulsiones del ser humano. No la imagen edulcorada de las películas de Hollywood, no las enseñanzas de los libros de autoayuda que intentan convencernos de que somos intrínsicamente buenos. Al contrario. Labute tiene claro que los humanos somos despreciables. Así que es mejor que lo asumamos cuanto antes y lidiemos con ello.

En el cine su carta de presentación fue la espectacular "En compañía de hombres", donde dos ejecutivos muy cabrones hacen una apuesta para ver quien se folla primero a una secretaria sordomuda. Tal cual. Y en un ejercicio de redención inversa, el perdedor de la historia es quien al final demuestra tener un mínimo de escrúpulos. La moralidad es aquí un signo de debilidad intolerable. Menuda moraleja, ¿no?


"Amigos y vecinos" insiste en esa idea de que los seres humanos somos basura. Y luego está "Por amor al arte", su obra maestra sin paliativos. Una disección de lo que significa perder tu identidad y convertirte en un juguete en manos de tu pareja. Pero la genialidad, la verdadera genialidad del film, es que es ella (extraordinaria Rachel Weistz) quien lleva la voz cantante y él (Paul Rudd) el pelele sin personalidad. Inversión de roles que le permiten pegar un puñetazo al espectador y esquivar las habituales acusaciones de misoginia que se lanzan sobre su trabajo.

Acusaciones que, todo sea dicho, me parecen infundadas. Neil Labute no odia a las mujeres: odia a todo el mundo por igual. O quizás sea al revés y ama a la humanidad con todos sus defectos e imperfecciones. Y sólo está empeñado en enseñarnos que no pasa nada por ser como somos. Que esos pensamientos tan oscuros que nos persiguen, ese abismo al que nos da miedo asomarnos, está presente en todos los corazones, no sólo en el nuestro.


El Labute cinematográfico es genial, pero, en esta escalada que estamos haciendo, el dramaturgo le supera. Dejando aparte su interesante libro de relatos cortos "Momentos de placer", es sobre los escenarios donde al menos yo he podido encontrar al mejor Labute de todos, ese que me asquea y al que idolatro a partes iguales. 

Obras como "Some girls" (convertida luego en película, aunque no dirigida por él), en el que un tipo que va a casarse decide hacer las paces con todas sus ex-novias. Pero lo que debería ser un camino de redención se convierte en una muestra de cómo dejar un reguero de mierda y joder aún más a la gente con la que en teoría ibas a disculparte. O "Reasons to be pretty", donde algo tan estúpido como tardar un segundo más de la cuenta en decirle a tu novia lo guapa que está acaba terminando en una agria ruptura. O "In a forest, dark and deep", con dos hermanos enfrentados a toda clase de secretos, que incluyen el asesinato y el incesto. Casi nada.


Pero si hay una obra cumbre, esa es "Gorda" ("Fat pig" en inglés, un título aún más duro). La historia de un hombre tímido enamorado de una mujer maravillosa, pero muy gorda, de la que se avergüenza. Creo que es imposible asistir a la función y seguir manteniendo la fe en el ser humano. Porque Labute es un cabrón con mucho talento que siempre sabe construir personajes no sólo tridimensionales, sino reconocibles y cercanos. 

Muchas veces les escuchas decir cosas que, aunque jamás lo admitirás, tú mismo has pensado alguna vez. Y mientras hacia el final de la "comedia" el protagonista admite que por maravillosa que sea la chica él es demasiado superficial para quererla por su sobrepeso, descubres que durante hora y media te has estado riendo de cosas que en realidad no tienen ni puta gracia. Y te sientes culpable. Pero sigues riéndote.

Joder, Neil Labute. Eres tan grande como chungo. Supongo que por eso te admiro tanto.