23/6/17


Estoy enamorado del trabajo de Gabriel Hernández Walta, eso por adelantado. Lo hago desde que lo descubrí en "El Velo" y "El bosque de los suicidas", dos obras maestras con guión de El Torres (otro de los grandes), pasando por algunos números para Marvel y llegando a lo que fue su primer gran proyecto para La Casa de las Ideas, "Magneto", que he de admitir que como historia nunca llegó a engancharme del todo. Pero los dibujos de Walta eran tan poderosos que eso daba igual.

De modo que siempre tuve claro que el tomo de "La Visión" era una compra segura, aunque sólo fuera por el apartado gráfico. Ya podía ser un horror de serie que mientras contara con dibujos de Walta, estaba dispuesto a hacerme con él.

Claro que la cosa mola muchísimo más si, además de disfrutar con sus viñetas, resulta que el cómic está condenadamente bien escrito, como es el caso. Se trata de una de las lecturas más fascinantes y con las que más he disfrutado en los últimos años. Todo lo bueno que han escuchado de ella, es verdad. Y posiblemente se hayan quedado cortos, porque la historia está llamada a convertirse en todo un clásico.


Hacía mucho, posiblemente desde la época de Rogern Stern y John Buscema en "Los Vengadores", que La Visión no resultaba tan interesante. Eso es mérito del guionista Tom King, que le ha dado una vuelta de tuerca al personaje, poniéndole en una situación en la que nunca lo habíamos visto: desesperado por encajar entre los seres humanos, haciendo un sobreesfuerzo por entenderlos. Esfuerzo que todo apunta a que está condenado al fracaso.

La Visión tiene una familia. Pero no es La Bruja Escarlata y los gemelos que ambos tuvieron (y a los que, lo confieso, les he perdido la pista. Servidor se desenganchó del tema en la época de John Byrne en los "Nuevos Vengadores", cuando nuestro héroe rojo cambió su color temporalmente a un blanco impoluto). No, aquí tiene una mujer igual de robótica que él y dos hijos adolescentes hechos también de cables y circuitos. Y viven en un barrio residencial y se comportan como una familia normal: los niños van al colegio, ella es ama de casa mientras La Visión trabaja para el presidente y sigue salvando al mundo.


En manos de Giffen y DeMatteis esto daría pie a una brillante sitcom. Pero Tom King elige otro camino, más serio pero igual de interesante. La trágica cadena de acontecimientos (perfectamente hilvanados) que hacen que el legítimo deseo de La Visión de ser como los demás pueda derivar en una catástrofe sin precedentes (al menos eso es lo que se nos sugiere desde el primer número).

Uno de los grandes aciertos del guionista (uno de muchos) es hacer que las cosas sucedan de un modo natural. Esto no es "Episodio III", con Anakin pasando de héroe a genocida en ocho minutos de metraje. Aquí hay un detonante que lleva a una mentira que lleva a más mentiras que lleva a una tragedia que lleva, presumiblemente, al desastre. Y lo hace de un modo tan hábil que, aún sabiendo que los protagonistas están cometiendo un error, es difícil explicar exactamente qué podrían haber hecho de un modo diferente.


La Visión, en manos de Tom King, es una figura trágica. Un ser artificial que intenta mezclarse con los humanos pero que, a pesar de sus deseos, nunca será como ellos. Su conversación con el director del colegio de sus hijos es un momento clave para entender la situación. Más allá de que el lector quiera estar de parte del protagonista, más allá de que el director sea un personaje antipático, la reacción de La Visión da miedo. Porque la lógica puede ser fría y cruel.

Ésta no es una historia de superhéroes, aunque aparezcan algunos. Es un drama en doce capítulos (¿recuerdan cuando antiguamente a cosas como esto lo llamaban "maxiserie"? Hoy día lo anuncian como una colección, y simplemente la cancelan cuando su equipo artístico termina de contar la historia que tenía en mente) que sitúa al personaje central en una posición tan novedosa como interesante.


Pero si hay otra cosa que me fascina del trabajo de King es que, a pesar de contar una historia muy alejada de lo que es el universo Marvel tradicional, da sobradas muestras de conocer bien a su protagonista. Dicho de otro modo, en vez de hacer un Bendis (llevar el personaje a tu terreno, sin importarte lo más mínimo su pasado ni que sus acciones puedan resultar incoherentes con lo que sabemos del mismo), King logra respetar la continuidad (bendita palabra) e integrarla en lo que quiere contar. Eso se demuestra especialmente en el capítulo en el que La Visión recuerda todas las veces que ha salvado el mundo, y que es un magnífico compendio de los "greatest hits" de la historia del sintezoide.

A la maestría de los guiones se le suma el mejor Walta que hemos visto hasta la fecha. Empezaba con el dibujante y me gustaría acabar con él. Porque sus dibujos lucen como nunca, tienen una fuerza tan descomunal que hacen que cada página sea una delicia visualmente hablando. Y eso a pesar de tener que hacer frente a un guión que, aunque es magnífico, no parece pensado especialmente para el lucimiento del dibujante (no hay tiros, ni explosiones, y sí muchas escenas "cotidianas", de esas que resultan complicadas de resolver).


El trabajo de Walta no sólo le hace justicia al guión, sino que logra elevar el resultado hasta unas cotas de calidad prácticamente insuperables. Y si al conjunto le sumamos unas majestuosas portadas de Mike Del Mundo, el resultado, como ya apunté al principio, es una auténtica obra maestra. 

Lo único malo es saber que tendré que esperar otros seis meses para conocer cómo concluye esta fascinante historia. En este tiempo, no les quepa la menor duda, aprovecharé para releeré unas cuantas veces este primer tomo que tanto me ha cautivado.

Los seis primeros números de "La Vision" han sido publicados en un tomo por Panini en junio.