11/3/16


Estaba claro que íbamos a tener "Kung Fu Panda 3". No tanto por el final de la segunda parte (que ya dejaba abierta la puerta, con la aparición del padre de Po) sino, sobre todo, por el excelente resultado en taquilla (quiero decir, mayor era el "continuará" de "La brújula dorada", pero a los productores no les tembló el pulso a la hora de cancelar la secuela, hartos de perder dinero). Está claro que cuando recaudas 665 millones de dólares en todo el mundo, lo de dar luz verde a otra secuela no es precisamente una decisión complicada.

¿Conocen el dicho "si no está roto, no lo arregles"? Pues los artífices de la saga también se lo saben, motivo por el que la tercera parte nos ofrece más de lo mismo, es decir, la combinación de elementos que tan bien ha funcionado hasta la fecha: personajes carismáticos, mucho humor, acción y un poquito de moraleja sobre la importancia de dar lo mejor de nosotros mismos y trabajar en equipo. En ese sentido, no hay nada nuevo bajo el sol.


Ni falta que hace, añado yo. La gente que vaya a ver al cine "Kung Fu Panda 3" lo hará principalmente porque le han gustado las dos anteriores. Porque quieren volver a ver al patoso héroe Po (con la voz en la versión original, una vez más, del gran Jack Black), a su nervioso padre adoptivo, a la dura Tigresa, el sufrido maestro Shifu y el resto de la pandilla. Y ahí están, todos, haciendo las delicias de pequeños y mayores. A lo que hay que añadir el personaje nuevo del padre de Po, que cuenta con la voz del excepcional Bryan Cranston.

¿La historia? Sinceramente es lo de menos, pero allá va: Po y su padre se reencuentran, y el Oso Panda maestro de kung fu viaja hasta el Legendario Reino de los Panda, donde descubre que hay muchos más como él. Pero como esto no es un documental del National Geographic, al mismo tiempo tenemos al villano de la función, Kai, que ha regresado del más allá para absorber los poderes de todos los grandes maestros del Kung Fu y dominar el mundo. ¿El único que puede derrotarle? Pues ya se lo pueden imaginar...


Dreamworks tiene su propia fórmula, una que, con puntuales excepciones, le funciona bastante bien. Es cierto que no tienen el aplauso de la crítica, como sucede con Pixar, y que sus cintas carecen de la madurez de títulos como "Up" o "Del revés". Ellos no intentan contentar a los padres, sino a los niños, haciendo películas para los más pequeños que puedan disfrutar también el resto de espectadores sin sentir vergüenza ajena (dejemos a un lado "El espantatiburones", que todo el mundo tiene un mal día).

Pero, aunque me gustan las películas Pixar, aunque adoro la factoría Ghibli y soy un gran fan de casi todo lo que hace Disney (¿les he dicho ya que "Zootrópolis" es una maravilla? Pues voy a repetirlo) a veces admito que me apetece más ver algo como "Kung Fu Panda 3". Una película sin pretensiones, con mucho ritmo y que me mantiene con una sonrisa en el rostro durante toda la proyección.


Además hay que admitir que sus guionistas siempre saben meter algunos gags pero que muy inspirados. En la segunda parte fue ese malvado que hablaba desde la lejanía y al que no se escuchaba, y en este caso tenemos al malo, Kai, tratando de explicar su curriculum a dos pobres aldeanos que jamás han oído hablar de él. Eso, el momento de la "cháchara, cháchara" y todo lo que tiene que ver con el padre adoptivo de Po (celoso de la aparición del auténtico progenitor) hacen que la película ya merezca la pena.

No es revolucionaria. No es profunda, ni especialmente gamberra. Pero tampoco es ñoña, lo que dice mucho a su favor. "Kung Fu Panda 3" es fiel a sus propias reglas, unas que, de algún modo, han demostrado funcionar a las mil maravillas. Como decía, esto es el final de la trilogía. Pero a poco que la cinta vaya bien en taquilla, algo me dice que no será la última vez que veamos a Po en la gran pantalla...