26/9/15


Ay, la maldita subjetividad. Creo que ya les he repetido hasta la saciedad que nunca deberían fiarse a ciegas de los críticos. No hay dos personas iguales en el mundo, todos tenemos nuestros gustos y es imposible no dejarnos influir por ellos. Por ejemplo, no me gustan los biopics, así que ya tienen que ser geniales (como "Ed Wood") para que les ponga una buena nota. Y me hacen gracia las comedias románticas, de modo que suelo ser mucho más benigno a la hora de puntuarlas.

Les digo esto porque, sinceramente, no sé si "High-Rise" es una obra maestra, una buena película o un atentado para todo aquel a quien le guste la obra de J.G.Ballard. Para ello debería ser un experto en la obra del escritor, cosa que no lo soy (si fuera una adaptación de un libro de Philip K. Dick otro gallo nos cantaría, pero no es el caso..). Mi única toma de contacto con su material son las películas "El imperio del sol" y "Crash" (la de Cronenberg). Y ninguna de las dos se encuentra entre mis favoritas.

De modo que voy a tener que hablar de lo que me pareció a mí, espectador virgen con el material original, sin entrar a valorar si el siempre interesante Ben Wheatley (me encantan "Kill list" y "Turistas", pero no aguanto "A field in England") ha sabido hacer justicia a las paranoias de Ballard, un tipo complejo que escribía historias complicadas.


Porque "High-Rise", más que una historia, es un puñetazo directo al estómago. Una alegoría, un manifiesto, una reivindicación de la lucha de clases sociales. Como podía serlo "Snowpiercer", pero saltándose más a la torera la estructura de tres actos. Lo que en la peli de Bong Joon-ho era una narración tradicional con un trasfondo social, aquí es un alegato social con una leve excusa argumental que, a mitad de la película, queda claro que no interesa lo más mínimo.

Y esa excusa es la historia del doctor Robert Laing (carismática Tom Hiddleston, que está llamado a ser una estrella mucho mayor de lo que ya es), un hombre de éxito que se muda a un rascacielos poco convencional, en el que vive toda clase de gente. Hablamos de un edificio que tiene su propio supermercado, guardería, piscinas, parques, caballos (sí, en serio), fiestas privadas... y en la que las clases altas ocupan los pisos superiores, mientras que los residentes de los niveles inferiores son considerados poco menos que escoria.


En una película tradicional, la llegada del doctor serviría como revulsivo para la revolución social. Pero aquí, el personaje de Hiddleston no pasa de ser un mero observador, que no termina de ponerse de lado de ninguna de las dos facciones. En realidad, al más puro estilo "En busca del arca perdida", los acontecimientos se hubieran desarrollado igual estando él que si nunca hubiera pisado el edificio.

De modo que, hechas las presentaciones de los personajes, a mitad de la película comienza una auténtica lucha de clases (en el sentido literal, es decir, una batalla por hacerse con el control del edificio) que hace que todo se vuelva caótico y excesivo. Demasiado excesivo para mi gusto. El edificio adquiere personalidad propia, pronto la trama olvida cualquier atisbo de razón (o de que existe un mundo exterior, o de que nadie obliga a nadie a seguir viviendo en el rascacielos...) y todo queda reducido a sangre, sexo, discursos grandilocuentes y escenas impactantes, tengan éstas más o menos sentido.


Anarquía. Posiblemente esa sea la palabra. Anarquía en el edificio, anarquía en la historia y anarquía a la hora de contar una historia que, más que entenderla, hay que sentirla. Eso hizo que servidor no terminara de conectar del todo con "High-Rise" porque (y aquí retomo el tema de la subjetividad), disfruto más de las historias bien planteadas que de aquellos films que se basan en la fuerza de sus imágenes. Aunque tampoco negaré que hay algo malsanamente atrayente en la película, que me hace querer verla de nuevo.

Lo mejor, lo más disfrutable, es el magnífico elenco, que se ha dejado llevar por el director para sacar su lado más oscuro. Una Sienna Miller mejor actriz de lo que muchas veces le reconocemos. Luke Evans, bordando un papel muy diferente a todo lo que ha hecho con anterioridad. James Purefoy, Elisabeth Moss y Sienna Guillory, sacándole partido a cada segundo que salen en pantalla. Y luego está Jeremy Irons, el "Dios" detrás del edificio, el constructor del rascacielos que vive en el piso superior, el "villano" de la función, que demuestra que, cuando quiere, sigue siendo uno de los mejores actores del mundo.


"High-Rise" es una película difícil que dudo mucho que triunfe en taquilla. Demasiado subversiva, demasiado rara. Y aún así, es imposible no concederle el mérito que tiene. Haber podido adaptar una novela inadaptable (diversos cineastas intentaron llevarla a la gran pantalla desde hace dos décadas, y todos tiraron la toalla; al final, en vez de una parábola futurista, ha salido una peli ácida que demuestra que Ballard no se equivocó con sus predicciones sobre hacia donde tendía el mundo) y conseguir que espectadores como yo entren intrigados a la sala...y salgan igual de intrigados. Habrá segundo visionado.