9/10/17


Empecemos por señalar que a mí "Borg McEnroe" me ha gustado mucho, pero que es una película difícil. Difícil sobre todo de vender, ya que aunque en realidad es un drama de personajes, tiene (como es obvio) mucho de historia deportiva basada en hechos reales. Y porque el carácter frío y reservado del tenista Björn Borg (espléndida caracterización e interpretación de Sverrir Gudnason), que se deja sentir en cada una de las imágenes, no permite un exceso de épica ni emotividad ni esa clase de cosas que le gustan al gran público.

Así que si fuera productor y me preguntaran si querría poner dinero en esta película, mi respuesta sería "no". Porque dudo que conecte con la audiencia (más allá de los fanáticos del tenis). Pero si me preguntan como espectador si la recomendaría, la respuesta es un rotundo "sí". Porque está muy bien hecha.


Como digo, el problema de las historias basadas en hechos reales (sobre todo aquellas sobre las que existe numerosa documentación e imágenes de todo tipo) es que condicionan mucho la manera de contar las cosas. Si te tomas demasiadas licencias, en seguida te saltan al cuello. Pero si decides ser fiel a lo sucedido, es muy probable que te acabes dando cuenta de que en verdad la realidad no es tan interesante como creías. Y "Borg McEnroe" adolece de este problema.

A priori, la premisa suena bien. Narra el primer enfrentamiento de ambos tenistas en la final de Wimbledon, en 1980. Borg venía de ganar el campeonato cuatro años seguidos (pero sentía que la edad y la presión empezaban a hacer mella en su juego, y no sabía si podría revalidar el título) y McEnroe era un joven jugador, engreído y maleducado, que despertaba numerosas antipatías a pesar de su talento. El duelo estaba servido.


Yo me imagino a los productores frotándose las manos al decidir poner en marcha un proyecto sobre el que se consideró durante mucho tiempo el mejor partido de tenis de la historia (y que se resolvió en un agónico quinto set, aunque no les diré a favor de quién, obviamente. Para eso está la película...o wikipedia, si les puede demasiado la curiosidad). Sobre todo cuando tienes a dos tenistas con personalidades tan diferentes (el glaciar Borg y el volcánico McEnroe, uno que parecía una máquina sin sentimientos y el otro al que le perdía su bocaza y su mal talante).

Pero lo cierto es que, más allá de lo que es el planteamiento, resulta difícil sacarle todo el partido deseado a la historia. En lo que respecta al encuentro de tenis propiamente dicho, en una película resulta imposible recrear el grado de pasión que despierta en la vida real (la única vez que me he sentido realmente transportado al terreno de juego en una sala de cine fue en "Un domingo cualquiera", de Oliver Stone, y porque éste, que está loco, decidió filmar el partido de fútbol americano como si fuera casi una batalla de Vietnam). 


Al final, si lo que te interesa es el partido, pues vas a la hemeroteca y ves el partido de verdad. En el film sólo ves un resumen que sí, que está bien filmado...pero que nunca te llega a atrapar, y sólo tienes ganas de saber cómo acaba y quién se lleva el título (es algo parecido, si me lo permiten, a lo que sucede con "El código Da Vinci". En el entretenido libro de Dan Brown hay numerosos acertijos que dejan pensando a los protagonistas. Pero lo que funciona en el papel no lo hace en la pantalla, porque no puedes tener a los actores mirando hacia el infinito mientras tratan de encontrar la solución, de modo que la sensación que se experimenta al leer la novela es muy diferente - y superior - al que se tiene al ver la película. Bueno, pues con el deporte real vs el ficcionado pasa exactamente lo mismo).

Y en cuanto al estudio de personajes, el problema en primer lugar es que se centra mucho más en Borg que en McEnroe, que quizás hubiera dado mucho más juego (pero esa hubiera sido otra historia, todo sea dicho). Por cierto que el encargado de meterse en la piel del excepcional tenista americano (y uno de mis ídolos de la infancia) no es otro que Shia LaBeouf, que vuelve a demostrar que, si nos olvidamos de todas las tonterías que hace en su vida cotidiana, cuando quiere, delante de las cámaras, es un auténtico monstruo de la interpretación, y que posiblemente merece mejor suerte - y mejores papeles - de la que ha tenido en los últimos años.


El peso de la historia recae pues en Borg. En sus dudas, su calvario interior y su complicada personalidad. Pero es todo tan de puertas para dentro, se comporta tanto como el sueco que es, que la emotividad se percibe en pantalla a cuentagotas. Y su forma de ser termina contagiando al resultado final, que te deja con ganas de "está bien, pero tampoco mata". Con todo lo que odio la emoción forzada y que intenten meterme el dedo en el ojo a base de música lacrimógena y momento de "tienes que llorar por narices" (¿alguien ha dicho Bayona?), he de admitir que un poco de calidez no le hubiera venido mal a la historia.

Sólo al final el director Janus Metz (que si no me equivoco debuta aquí como director de largos de ficción, después de haber hecho el documental "Armadillo" y trabajar en diversos documentales, cortos y dirigir un episodio de "True Detective") intenta conferirle algo de emoción a la historia. Es en ese momento cuando la película se torna más hollywodiense...y al mismo tiempo cuanto más falta a la verdad o, dicho de otro modo, cuenta los acontecimientos con cierta memoria selectiva, resaltando algunos datos, obviando otros y acentuando cosas que en verdad tampoco fueron así (que servidor se ha estado documentando). Pero bueno, es que nunca llueve a gusto de todos.


Como fanático del tenis, seguidor de McEnroe y entusiasta de las películas deportivas, servidor disfrutó mucho de "Borg McEnroe". Pero no lo suficiente como para incluirla en ninguna lista de "lo mejor de". La vi, me gustó, dentro de algunos años sólo será un recuerdo lejano. No puedo decir que su visionado vaya a cambiarles la vida. Tampoco les puedo decir que verla sería una pérdida de tiempo, porque no lo es.

Será cuestión de decidirlo en el tie-break. Y que gane la opción que ustedes decidan.