29/10/16


Si han leído algunas de mis críticas, a poco que estén familiarizados con mis gustos (que jamás escondo y creo que quedan bastante claros), sabrán que soy una persona a la que le tira el cine popular. De los que disfrutan con películas que la crítica mira con recelo (ciencia ficción, terror...que hay muchos films horribles, pero también muchas joyas que no reciben el reconocimiento que se merecen) y huye como de la peste del trabajo de directores como Ken Loach o Lars Von Trier. Tener esto claro es un buen punto de partida para entender el resto de la crítica.

Esto es así porque, llámenlo deformación profesional o gustos personales, como guionista profesional que soy en la vida real, cuando voy al cine me gusta que me cuenten historias. Y si son buenas, ya es la releche, pero al menos tiene que haber una historia (siempre hay excepciones, sí, pero más vale que el director sea brillante si quiere embarcarme en un experimento visual que no cumpla el precepto de los tres actos).


Como dijo Bruce Campbell en Sitges (y muchos se llevarán las manos a la cabeza, pero yo estoy de acuerdo con él al cien por cien), "si hay algo que no te gusta del mundo en que vives, escribe una carta de queja, pero si haces una película lo único que ha de preocuparte es que sea entretenida". Ya lo ven, ambos estamos de acuerdo con que el cine debe ser entretenimiento.

Y ahora llegamos a "Salt and Fire", la nueva película de Werner Herzog (no, si la culpa es mía, que parece que no conozco al director y no sabía dónde me metía) con Michael Shannon y Gael García Bernal...para la promoción, pero que en realidad es Veronica Ferres la que lleva todo el peso de la trama. Es más, lo de García Bernal es tan indignante que aún no he logrado digerirlo del todo, ya que he visto cameos con más presencia en pantalla. Si alguien quiere ver la película sólo porque es fan del actor, que sepa que aparece diez minutos y luego ya no se le vuelve a ver el pelo (con lo que intuyo que aprovechó para irse a rodar la mucho más interesante "Desierto").


En cualquier caso Ferres, Bernal y Volker Michalowski son tres científicos que viajan para investigar una catástrofe medioambiental en Sudamérica cuando, nada más llegar, son raptados por un grupo ecoterrorista. Hasta ahí bien. Entonces llega Michael Shannon, que es el líder del grupo, y da un speech sobre por qué nos estamos cargando el planeta Tierra. Ahí ya empiezo a temblar un poco. Y a continuación el resto de la película sigue a la citada Veronica Ferres abandonada con dos niños en medio del desierto, en una especie de alegoría de...no, en serio, no me apetece pensar en ello.

Que sí, que lo pillo. Hombre malo, planeta tierra se muere. Nos quedamos sin recursos, tenemos que hacer algo para solventar la situación. La inocencia de los niños, la mirada de los adultos, la tierra convertida en una gran extensión de sal, la importancia del agua como fuente de vida... vale, muy bien, no soy tonto y he pillado las alegorías. Y ahora, ¿quieren por favor dejar de aburrirme y contarme una maldita historia?


Hay películas malas en las que te encoges de hombros y dices "pues qué se le va a hacer". Y están otras en las que sales ligeramente indignado y con la sensación de que te han tomado el pelo. Un "no-premio" al que me sepa decir en qué categoría entraría "Salt and fire". No es una pregunta difícil, ¿verdad?

A todo el mensaje medioambiental se le une una secuencia final en la que ya no me queda claro si a Herzog se le va la olla o si directamente es una pista de que sí, que se está riendo de los espectadores. Aparece un señor en una silla de ruedas, con una botella de champán gigante, caminando hacia el horizonte, mientras explica que esa explanada de sal sería un lugar ideal para que vinieran los extraterrestres. Juro que pensé que si aparecía una nave espacial al fondo, me levantaría para aplaudir y le pondría a la cinta la etiqueta de obra maestra.


Pero no hubo extraterrestres. Ni historia. Ni Gael García Bernal. Sólo 100 minutos de tedio que, lejos de concienciarme sobre la importancia de cuidar la naturaleza, hace que me den ganas de talar un bosque tropical. Así de cabreado salí. Pero la culpa es mía, por empeñarme en ver películas que tienen su público, como debe ser, pero que está claro que no están hechas para mí.