19/11/15


No me cansaré de repetir que, en el mundo artístico, lo importante no es tanto la idea sino el modo en que ésta se lleva a cabo. "Rebobine, por favor" parte de la premisa más interesante que he escuchado en mucho tiempo, la de dos jóvenes que accidentalmente borran todos los vhs del videoclub en el que trabajan y se ven obligados a filmar versiones caseras de las cintas míticas que han destruido. Sin embargo, visto el resultado final, se trata de una película bastante olvidable. Por su parte "La red social" cuenta cómo se inventó Facebook (no se me ocurre un tema a priori más aburrido). pero por obra y gracia de Aaron Sorkin y David Fincher, terminó siendo una experiencia fascinante.

Tenía serias dudas sobre el interés que podía despertar en mí la obra de teatro "Photograph 51" (Nöel Coward Theatre, Londres) más allá de ver sobre el escenario a Nicole Kidman, en su regreso al teatro tres lustros después de su última incursión en el medio con "The blue room" (nunca me arrepentiré lo suficiente de no haber visto esa obra). A fin de cuentas se trata de un biopic (género que nunca ha sido santo de mi devoción) sobre la vida de la científica Rosalind Franklin, cuyos estudios fueron de vital importancia para la comprensión de la estructura del ADN.


Sí, yo tampoco veo cómo sacarle partido a una historia sobre el estudio del ADN. Sobre todo cuando no hablamos de un descubrimiento de esos que se pueden simplificar y todo el mundo lo entiende (descubrimiento de la electricidad, creación del teléfono...), sino de algo más complejo que sólo los científicos pueden valorar en su justa medida.

Y vale, es cierto que hay científicos que se llevaron todo el crédito por el trabajo de la señorita Franklin, pero en realidad ni robaron exactamente su trabajo (sólo se aprovecharon del mismo) ni la afectada pareció especialmente preocupada por el tema, ya que jamás buscó la fama ni el reconocimiento (reconocimiento que, todo sea dicho, le llegó parcialmente en vida y se hizo más patente con el paso del tiempo, hasta el punto de que hoy día su nombre es muy respetado dentro de la comunidad científica). Así que no esperen ver un tercer acto que se desarrolle en un juzgado ni una lucha encarnizada por demostrar la autoría de un trabajo determinante para la historia de la ciencia.


Admitámoslo. Alguien te cuenta esta premisa y, en cuanto se despiste, sales corriendo en dirección contraria. Y luego está el tema de Nicole Kidman, esa mujer que empezó su carrera demostrando ser una todoterreno (cómo me volvían loco esos rizos pelirrojos en la década de los 90) pero que desde que empezó a cultivar esa imagen de "reina del hielo", unida a un uso no siempre acertado del bótox, pues eso, que lo mismo da la de cal ("Stoker") que la de arena ("No confíes en nadie"). Pero me pudo la curiosidad, compré mi entrada y me senté en mi butaca pensando "que sea lo que Dios quiera".

Y el resultado, sorpresas te da la vida, fue una obra fascinante. Admito que nunca hubiera imaginado que se le pudiera sacar tanto jugo a un tema a priori tan farragoso. La enhorabuena hay que dársela a la dramaturga Anna Ziegler, capaz de escribir una pieza de 95 minutos de duración, que se desarrolla en un único escenario con sólo seis actores y que, pese a todo, resulta de lo más cautivadora.


Todo ello lo logra gracias a un enfoque sumamente atractivo. De entrada reduce las cuestiones científicas al mínimo, hasta el punto de que, si bien no se frivoliza con el tema (el propio título de "Photograph 51" hace referencia a la imagen 51 de rayos X tomada por la protagonista, en la que se venía por primera vez con claridad la doble estructura de las moléculas de ADN), no hace falta ser un experto en la materia para entender lo que está ocurriendo.

El verdadero acierto de la obra de teatro es poner el foco de atención en los seres humanos. En los científicos que rodean a Rosalind, personas con personalidades bien definidas que conforman un interesante mosaico sobre la condición humana. Desde el ayudante de la protagonista, siempre servicial, hasta su "jefe", enamorado en secreto de ella, pasando por el científico que quiere conseguir el reconocimiento de sus colegas a cualquier precio. No hay buenos ni malos. Sólo personas que siguen sus instintos, a veces acertados, a veces erróneos.


Luego está Roselind, la protagonista. Una mujer arisca, seria, sin habilidades sociales, que piensa sólo en el trabajo. A ratos resulta desquiciante, tanto en la forma en la que trata a sus colegas como su manía de no precipitarse en las conclusiones y no dar por hecho nada hasta que no lo haya comprobado numerosas veces (característica que es, al final, lo que la llevó a "quedarse fuera de la foto oficial" y que fueran otros los que se llevaran el mérito por el trabajo iniciado por ella).

Pero también tiene una cara humana. En uno de los momentos más emotivos de la obra, el personaje se sincera sobre sus auténticos deseos, sobre sus anhelos, sobre lo que quiere de la vida como mujer y no sólo como científica. Pero es sólo un espejismo. Lo que le habría gustado decir y nunca dijo, temorosa de vivir una vida que nunca pudo disfrutar, consagrada a un trabajo en el que tampoco logró el reconocimiento que merecía. Quizás porque su curiosidad siempre fue superior a su ambición.


Con el ADN de fondo, lo que verdaderamente se disecciona en "Photograph 51" es el comportamiento de los seres humanos. Qué nos mueve a actuar como lo hacemos. Cuáles son nuestros sueños, nuestras alegrías, nuestros miedos. No hay auténticos héroes pero tampoco villanos. Ni siquiera los científicos que se llevan los honores pueden ser considerados como tales, teniendo en cuenta que en ese mismo momento en diferentes lugares del mundo se estaba estudiando el mismo tema y que, como dice uno de ellos "si no somos nosotros los que lo publicamos, serán otros".

Pese a lo excelente del texto la obra no sería tan buena si no contara con un reparto excelente, en el que no desentona nadie. Chapó por esos actores, desconocidos para el gran público (y para el que esto suscribe) pero que están perfectos en sus papeles. Y luego está la Kidman (era obvio que iba a terminar hablando de ella), que demuestra que cuando quiere sigue siendo de las actrices más grandes de su generación. La suya es una actuación brillante, llena de matices, donde la actriz se impone a la estrella y nos regala uno de sus mejores trabajos, de esos que nos sirven para reconciliarnos con la australiana. Esta es la Nicole Kidman a la que admiro.


Aparte de eso, a título personal, he de decir que la actriz me pareció una persona muy simpática, que estuvo de lo más agradable con el centenar de fans que la esperó (esperamos) a la salida del teatro, repartiendo sonrisas y firmando programas. Diez minutos de su vida que no le costaron ningún gran esfuerzo pero que hizo que muchos nos fuéramos contentos a nuestras casas y que nunca vayamos a olvidar esa noche.

Mi faceta de crítico que intenta ser objetivo les dice que "Photograph 51" es una gran obra. El fan que siempre llevaré dentro les asegura, además, que me llevo un grato recuerdo de Nicole Kidman. Un resultado, en todos los aspectos, mucho mejor del esperado.


"Photograph 51" se representa en el Nöel Coward Theatre de Londres hasta pasado mañana, es decir, el 21 de noviembre de 2015)