12/10/15


 
Este año el festival de Sitges nos está deparando películas de lo más interesante sobre temas de lo más manidos. Uno de estos géneros de moda es sin duda el de los zombis (desde el estreno en TV de “The Walking Dead” es algo ya desmesurado), criaturas descerebradas come cerebros que han conseguido ser un reclamo comercial, pero de las que ya se ha contado todo… o casi todo.

“Maggie” narra la historia de la chica de nombre homónimo, una adolescente en la flor de la vida que tiene que disfrutar de la existencia con sus amigos, descubrir los primeros amores y todo eso… lástima que le haya tocado vivir en una América que, como el resto del planeta, fue asolada por una plaga zombi años atrás y que todavía siga coleando. Peor aún es que uno de los muertos vivientes que quedan haya conseguido causarle una herida en un brazo…


En el mundo donde transcurre “Maggie” el proceso de “zombificarse” es lento – puede durar semanas – y muy doloroso. El gobierno ha creado un programa para diagnosticar la gravedad del caso y permite que las víctimas pasen sus últimos momentos con sus familias hasta el momento en que son puestas en cuarentena y nunca vuelven a ser las que eran.

“Maggie” es una historia distinta. No es una película de acción, se trata de un drama familiar con una carga muy emotiva y donde la desesperación se palpa casi en cada momento. La protagonista es encarnada por la genial Abigail Breslin (La pequeña “Miss Sunshine”) y es imposible no sentir dolor cuando va viendo como su carne se pudre, aparecen gusanos o sus pupilas se dilatan.


Sin embargo lo más sorprendente y que he querido dejar para el final es el papelón que hace Arnold Schwarzenegger, el padre de Maggie que, impotente, debe observar cómo su hija se va poco a poco. Que nadie espere que el bueno de Chuache se ponga a masacrar no muertos, porque “Maggie” no es una peli de acción. Sí que es cierto que algún momento tiene, pero es en pos de la trama, nada que ver con el lucimiento personal.

Esta más que recomendable cinta – que dudo que se estrene en salas comerciales en España – es la obra primeriza en la dirección de Henry Hobson y desde luego que sale airoso. Consigue darle una nueva dimensión a un tema trillado y hace que importen más las discusiones familiares de los protagonistas, sus dramas por no poder hacer su vida diaria, que cualquier otra cosa.


Ochenta y cinco lacrimógenos minutos cuyo final es de los que te dejan con el corazón en el puño. Esto gracias también a la agónica banda sonora de David Wingo, que conduce muy bien la tensión y el miedo que sufre “Maggie”.

De lo que más me ha gustado de año.