24/10/15


"El Marciano", de Andy Weir, es una de las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos. Sí, sus explicaciones científicas en ocasiones se hacían un poco farragosas, pero en compensación no sólo contaba una historia muy interesante (y bien resuelta) sino que tenía un contagioso sentido del humor que te hacía empatizar de inmediato con el protagonista.

Por eso, cuando me enteré de que la película (titulada igualmente "El marciano", aunque reconvertida aquí en "Marte" por...no, ni idea, los designios de los traductores son inexplicables) iba a ser dirigida por Ridley Scott, sentí escalofríos. No me parecía la persona correcta para hacer frente a la historia. Hablamos de alguien que ni siquiera es capaz de entender sus propias obras ("Blade Runner" y sus nuevos montajes, o la forma de aproximarse a "Alien" con la horrible "Prometheus"), ¿Qué posibilidad había de que supiera interpretar el fino sentido del humor de Andy Weir?


Pues bien, vista la película he de decir, con gran satisfacción, que estaba equivocado. Ridley Scott firma su mejor film de las últimas dos décadas (algo que tampoco era muy difícil, la verdad) y nos brinda una joya del séptimo arte, un peliculón con mayúsculas, de lo mejorcito del año.

Su pericia en el terreno visual estaba fuera de toda duda. Incluso en sus trabajos más horribles Ridley Scott siempre ha demostrado ser un artesano capaz de hacer un trabajo técnico impecable. El problema estaba en el componente humano, en el corazón de la historia. Dicho de otro modo, Scott tiene la sensibilidad de una sardina en lata. Por eso es una grata sorpresa ver que, cuando quiere, aún es capaz de dibujar personajes creíbles que le importan al espectador.


Aunque, siendo sinceros, buena parte de la "culpa" la tiene Drew Goddard, que se ha marcado un guión de libro, siendo fiel al original y al mismo tiempo aligerando su trama y haciendo que todo sea mucho más fluido. Porque la literatura es una cosa y el cine otra muy distinta (lección de la que deberían tomar nota los responsables de "El código Da Vinci", que no entendieron que lo que funcionaba en la novela, como el tema de los enigmas, no tenía por qué hacerlo en la gran pantalla)

Pero bueno, tampoco tiene que sorprendernos, porque Goddard es uno de los tipos más interesantes del Hollywood actual (director de "La cabaña en el bosque", guionista de "Monstruoso" y uno de los artífices de la serie de televisión de "Daredevil", aunque abandonara la producción antes de tiempo). Alguien a tener muy en cuenta en el futuro.

Al excelente guión de Goddard y a la sorprendente dirección de Scott (sí, lo admito, 20 años de decepción tras decepción me han llevado a pensar repetidamente que se murió el hermano equivocado) se le une un reparto lleno de grandes estrellas...que demuestran por qué lo son. Matt Damon es perfecto para el papel protagonista. No sólo porque sea capaz de llevar él solo el peso de la película, sino porque además cae bien y resulta de lo más creíble.


Pero atentos al resto del reparto, que no tiene desperdicio: Jessica Chastain (debilidad personal y perfecta, como siempre), Jeff Daniels (disfrutando de su tiempo en pantalla), Sean Bean (que, increíble, por una vez no muere), Kristen Wigg, Michael Peña, Kate Mara, Chiwetel Ejiofor, Sebastian Stan... Numerosos rostros conocidos que consiguen lo más difícil de todo: que, pasados unos minutos, dejemos de ver a los actores y empezamos a prestarle atención a los personajes. Eso sólo lo consiguen grandes interpretaciones.

Y a todas estas, ¿de qué va "El Marciano"? Pues es la historia de un astronauta abandonado por error en Marte, al dársele por muerto, que tendrá que intentar sobrevivir en el Planeta Rojo, sin comida y casi sin recursos, mientras intenta descubrir el modo de comunicarse con la Tierra (que no está precisamente cerca) y pedir ayuda.


Es una historia de supervivencia, de tesón, de no darse nunca por vencido. Habla sobre la verdadera naturaleza de los seres humanos, el modo en que nos unimos ante las catástrofes, anteponiendo las personas a cualquier otro interés y demostrando que aún hay esperanza en el mundo.

Una hermosa reflexión que viene envuelta en una historia vibrante, divertida, visualmente impecable, que hace que los 140 minutos que dura no se hagan largos. Porque una vez que arranca la acción (y arranca muy pronto) nos mantiene pegados a la butaca, deseando saber cómo acaba todo. Yo ya lo sabía, obviamente, gracias a la novela. Y aún así estaba pegado al asiento, de modo que imagínense.

Gracias por esta magnífica película, Ridley Scott. Ahora no la cagues y sigue por este camino, que es el bueno.