13/6/16


Hace unas semanas terminó definitivamente en Estados Unidos "Banshee", serie por la que siento más cariño y fascinación de lo que podré expresar jamás con palabras (y sé que no soy el único). 4 temporadas espectaculares, repletas de violencia, sexo, saltos al vacío, las set pieces de acción más interesantes que puede que haya visto nunca en la primera pantalla, un opening brutal (y además cambiante en cada episodio; qué grande es el tema compuesto por Methodic Doubt), diálogos exquisitos y unos personajes únicos e increíbles.

Quienes ya hayan visto la serie de Jonathan Trooper seguro que la echarán tanto de menos como yo. Los que jamás han oído hablar de ella no saben la envidia que me dan, porque tienen por delante unas 38 horas de diversión sin límite. 


Banshee es un pequeño pueblo de Pensilvania al que llega un "hombre sin nombre" tras pasar quince años en prisión, buscando a su ex-novia, que ha cambiado de identidad y ahora lleva una vida respetable. Pero está claro que nuestro protagonista tiene imán para los problemas, porque nada más llegar entra en el bar del pueblo y allí es testigo del asesinato del nuevo sheriff, Lucas Hood. Y dado que nadie conoce a éste aún en persona, no se le ocurre mejor idea que adoptar su identidad y convertirse en agente de la ley.

"Banshee" es la prueba palpable de que para hacer una gran serie no hace falta partir de un planteamiento demasiado original, sino saber qué hacer con el que tienes. Porque, seamos sinceros, en este caso no hay nada nuevo bajo el sol. En cierta medida, cuando conocemos a los personajes, todos son estereotipos: el protagonista que guarda un secreto, la chica que intenta escapar de su pasado, el delincuente que controla la ciudad, la femme fatal, el guardaespaldas leal, el hacker deslenguado...


Pero claro, eso es sólo el punto de partida. Si luego sabes darle a cada cual una personalidad única y arrolladora, que hace que hasta el personaje menos interesante sea más atractivo que los más destacados del 90% de las otras series, lo que te sale es una obra maestra sin paliativos. Y si encima te rodeas de unos actores brillantes (Antony Starr, Ivana Milicevic, Ulrich Thomsen, Hoon Lee, Ben Cross... y no sigo para no alargarme demasiado, pero sé que estoy siendo injusto con el resto de intérpretes cuyo trabajo merece ser resaltado) el resultado es ya apoteósico.

"Banshee" se compone de una primera temporada perfectamente estructurada (quizás la más compacta de todas), una segunda que funciona casi como secuela de altísimo nivel, una tercera más irregular en cuanto al planteamiento pero que contiene las escenas más espectaculares de toda la serie y una última que al principio te coge por sorpresa, porque en realidad parece más un vis, un bonus track, que un final propiamente dicho. 


Pero eso es sólo en apariencia. En realidad empieza como un regalo de despedida por parte de sus creadores y termina encajando perfectamente con el tempo de la serie y poniendo el colofón perfecto a lo que ha sido un viaje increíble. Uno que no terminó por culpa de las audiencias, sino porque sus responsables querían irse cuando aún estaban en lo más alto. Y vaya si lo consiguieron.

Habría mil cosas que destacar de "Banshee". Pero si algo que siempre me ha fascinado, por encima de todo, es su capacidad para elaborar grandes finales de temporada. La serie es errática, tramposa y anárquica. Vamos, que hace lo que le sale de los cojones. Lo mismo resuelven lo que tú crees que es la historia central de la temporada un par de capítulos antes de que termine, que les da por cargarse de un plumazo personajes y tramas que en tu cabeza podían dar más de sí. Y tenía su gracia, porque nunca sabías por dónde iban a salirte. Pero si de algo podías estar seguro es de que el último capítulo cada año iba a estar a la altura de lo que esperabas.


En una época en la que la mayoría de las series parecen vivir eternamente en el futuro, más preocupados por la siguiente temporada que por cerrar esa en la que están trabajando (lo que equivale a episodios finales con cliffhanger o con situaciones tan descafeinadas que te sientes estafado), "Banshee" siempre tuvo claro que un buen final lo es todo. Si llevaban tiempo prometiéndote fuegos artificiales, podías tener claro que te los iban a dar. Creo que nunca he estado más emocionado que viendo el final de la primera temporada, sin tener ni idea de qué iba a pasar con los personajes (ni si la historia seguiría o no).

Todo esto es posible porque en el fondo "Banshee" es una serie muy honesta. Hecha con el corazón y que no intenta engañar a nadie. Saben lo que te están ofreciendo y no se sienten avergonzados por ello. Es como una especie de "placer culpable"... si ese placer fuera coleccionar diamantes. Quiero decir, que sí, que hay violencia gratuita y desnudos gratuitos e idas de olla marca de la casa. ¿Pero saben qué? ¡Que molan muchísimo! Por eso amo tanto esta serie.


Mafiosos ucranianos, comunidades amish, indios Kinaho, adoradores del demonio, skin heads, bases militares, organizaciones gubernamentales que operan en la sombra, asesinatos, ajustes de cuentas, robos, secuestros, rescates imposibles, peleas carcelarias y hasta Eliza Dushku y Odette Annable, por si alguien necesita más motivos para convencerse de que este pequeño pueblo lleno de gente mala es un lugar fascinante al que asomarse.

Te echaré mucho de menos, Lucas Hood. A ti y al resto. Al menos aún me quedan algunos "Banshee origins" (piezas cortas que, como su nombre indican, te narran el pasado de los personajes) que ver. Admito que los estoy racionando porque aún no estoy preparado para despedirme definitivamente de la que, desde su primer episodio, se convirtió sin lugar a dudas en mi serie favorita.