22/9/15

Quiero escribir esto antes de que el sábado se haga público el Palmarés de la 63 Edición del Festival de Cine de San Sebastián, para que se vea que me he mojado en mis predicciones: si este año la Concha de Plata al Mejor Acto va ex-aequo a Ricardo Darín y Javier Cámara, a nadie le extrañará.

Porque ambos actores se comen la pantalla en "Truman", un excelente drama con toques de comedia (o una comedia dramática, o como quieran llamarlo; el propio Javier Cámara tenía curiosidad por saber cómo lo rebautizará la crítica) firmado por Cesc Gay, y que está llamada a ser una de las películas españolas del año.

Dos amigos se reencuentran en Madrid tras muchos años de ausencia. El motivo es que uno de ellos (Darín), se está muriendo, lo que lleva al otro (Cámara) a viajar desde Canadá, país donde reside actualmente, para verle por última vez. Juntos pasarán cuatro días que definirán su relación, lo que fueron en el pasado y lo que son ahora.


Muchos son los aciertos de "Truman". El primero de ellos es ser capaz de hablar de un tema tan tabú y peliagudo como es el de la muerte manteniendo un equilibrio perfecto entre el humor y la tristeza, lo que hace que no se caiga en la frivolidad, pero que tampoco estemos ante un dramón insoportablemente lacrimógeno.

El nudo en la garganta jamás nos abandona, hay un poso de tristeza demasiado arraigado en la película como para poder hacerlo. Pero, al mismo tiempo, también nos reímos. En mitad del drama hay situaciones, diálogos, reacciones que nos invitan a sonreír y a soltar alguna que otra risa. Humor como mecanismo para combatir el dolor. Como debe ser. Porque si no, la vida sería insoportable.

Otro de los grandes triunfos de "Truman" es la manera en la que está contada la historia, la relación que se establece entre los dos protagonistas principales. Olvídense de las fórmulas establecidas. esas de sota, caballo y rey, en la que ahora los personajes se ríen, luego se enfadan y al final se reconcilian y se dicen todo cuanto deberían. No, no hay nada de eso en esta película. Aquí es tan importante lo que se dice como lo que no se dice,


La sutileza es pieza clave en una historia en la que sabemos lo que sienten los personajes sin necesidad de que estos lo verbalicen todo el tiempo. Que el personaje de Darín no quiere morir es evidente, sin necesidad de esa típica escena de Oscar en la que rompa a llorar. Y que Cámara quiere a su amigo lo deja claro a través de sus miradas, de sus gestos, sin que tampoco sea necesario el discurso de exaltación de la amistad.

Es todo imperfecto, confuso, vulgarmente cotidiano. Ahí reside su genialidad. En que podemos entender que Cámara tuviera miedo a viajar para ver a su amigo. Que haya reproches velados, pullas, decisiones que los dos amigos no comparten. No hay conversaciones trascendentales, no hablan de los grandes misterios de la vida. Simplemente se hacen compañía, intentan exprimir las últimas gotas de una historia de amistad que duró lo que duró, se desarrolló del modo en que lo hizo, y es absurdo intentar cambiar el pasado. Se trata simplemente de disfrutar de los recuerdos.


En contraposición a la pareja protagonista tenemos a otros dos personajes fundamentales: la prima del moribundo (estupenda Dolores Fonzi), que no entiende la decisión de éste de no querer luchar más en una batalla que ya tiene perdida y, sobre todo, el perro del personaje de Darín, "Truman", de importancia capital en la historia (no en vano la película lleva su nombre). Y no tanto por lo que hace o deja de hacer, sino porque sirve para ejemplificar los grandes temas de la película: el amor, la tristeza, el futuro, los recuerdos... (el macguffin es el futuro del animal y quién se hará cargo del mismo cuando su amo muera).

Hay aún un último gran acierto al que me gustaría hacer mención antes de finalizar esta (larga, lo sé) crítica, y es el magnífico plantel de secundarios con los que ha contado Cesc Gay.  Eduard Fernández, Silvia Abascal, Javier Gutiérrez, Elvira Mínguez, Pedro Casablanc, Nathalie Poza,,, un reparto excelente que, en todos los casos, tienen una única escena. Una en la que están geniales, pero que ninguno intenta hacer suya. Es el regalo que le hacen a una historia que les conmovió y a un director por el que sienten un gran cariño.


Del mismo modo que "Truman" es el regalo que Cesc Gay nos ha hecho a todos. Porque ésta no sólo es una excelente película, sino una en la que, de un modo u otro, todos nos sentimos reflejados y que nos ayuda a reflexionar sobre los auténticos motores del mundo: el amor y la amistad.