10/10/17


A veces uno ve una película que le reconcilia no sólo con el cine (tan de capa caída últimamente) sino casi hasta con la propia humanidad. Y esto es lo que me ha sucedido con "The Florida Project".

La anterior cinta de Sean Baker, "Tangerine", ya apuntaba maneras (era la historia de un grupo de prostitutas transexuales, aunque lo realmente curioso de la película es que se rodó con un Iphone...y lucía la mar de bien). Pero es que con su nuevo trabajo Baker lo ha bordado, demostrando una madurez, en la construcción del relato y en su resolución visual, realmente meritoria. Y no se puede decir que sea por cuestión de presupuesto (a todas luces más abultado, pero tampoco tanto) ni por contar con actores profesionales (sí, sale Willem Dafoe, que está excelente - ahora hablaré de él - pero el resto del reparto no se queda atrás, niños incluidos). Creo que es, sencillamente, porque el director ha demostrado por fin todo el talento que atesora.


Y lo hace siendo fiel a su estilo y a su obsesión por la vida cotidiana de personajes marginales a los que uno termina cogiendo cariño casi a su pesar. En esta ocasión la historia se centra en un grupo de personas que viven en un motel de mala muerte en Florida, cerca de Disneylandia. Y en especial en una niña pequeña, Moonee (excepcional Brooklynn Prince, qué gran descubrimiento) y en su madre, que sobrevive como puede (y ese "como puede" incluye robo a pequeña escala, prostitución, pequeñas estafas...ya se hacen una idea, ¿no?)

Uno de los grandes aciertos de la película es que su historia avanza sin que nos demos cuenta. A ratos parece casi un documental, un testimonio del día a día de estas personas, de sus problemas, sus miedos, sus aciertos (pocos) y sus fallos (muchísimos). Es un catálogo de acciones de lo más reconocibles, que van desde las amistades y enemistades entre los inquilinos hasta los problemas para pagar la renta, los encontronazos con el responsable del motel o la de barrabasadas que hacen unos críos sin control que se comportan como auténticos pequeños hijos de puta (atención a la parte del incendio) pero sin dejar de ser, a su vez, niños inocentes, fruto de las circunstancias que les ha tocado vivir.


Sean Baker presenta a unos personajes que en la vida real odiaríamos (no sean falsos, nos cruzamos con gente así todos los días e intentamos rehuirlos) pero sin juzgarlos en ningún momento. Quizás porque los adultos están atrapados en una situación de la que resulta muy difícil salir (lo que no quiere decir que, con sus acciones, no lo hagan aún más complicado) y los niños son víctimas de un sistema que les ha abandonado...y que les conduce, irremediablemente, a convertirse con el tiempo en una nueva muestra de esos adultos atrapados en una situación imposible, que tendrán a su vez más niños que serán víctimas de la situación...y así hasta el infinito.

Pero Baker no es Ken Loach (se nota que le tengo especial tirria al realizador inglés, ¿verdad?) porque no aprovecha la coyuntura para hacer un cine de denuncia social, metiéndonos el dedo en el ojo y obligándonos a ver cómo todos responsables de este problema y bla, bla, bla. Al revés, "The Florida Project" apuesta casi por lo contrario, por presentarlo todo en tono de comedia, en el que uno no puede dejar de sonreír tímidamente ante la cantidad de salvajadas, triquiñuelas y argucias de sus protagonistas... al menos hasta que llega la parte final y se te encoge el corazón. Qué manera de jugar con las emociones, por Dios.


"The Florida Project" es excelente (la relación de los niños, esa madre que lo mismo intenta ser simpática que demuestra una crueldad extrema cuando se pelea con la que era su mejor amiga...y no hablo sólo verbalmente), pero el resultado no sería lo mismo de no contar con el elenco que tiene. Empezando, ya lo decía antes, por un Willem Dafoe majestuoso, que ya está lanzando en la carrera por el Oscar (y con razón).

Dafoe aquí hace el más difícil todavía: bordarlo interpretando a un personaje normal. Bobby, el sufrido responsable del motel, que tiene que luchar por mantener la paz en sus instalaciones (y que los clientes paguen el alquiler) pero que al mismo tiempo siente cariño por sus inquilinos y los protege contra viento y marea, aún cuando al pobre le hacen todo tipo de putadas. El actor, que pertenece a ese género de intérpretes a los que les encanta la sobreactuación, se muestra aquí sumamente contenido. Y sin tener ninguna gran escena en la que poder lucirse (al estilo de la de Michael Stuhlbarg en "Call me by your name") logra transmitir toda la tristeza y el cansancio de su personaje y hacer que le cojamos cariño. Eso sólo está al alcance de los más grandes.


Pero que Willem Dafoe borde su papel tampoco es algo tan raro. Mucho más me sigue sorprendiendo que en Estados Unidos parezca existir una cantera interminable de niños actores que le dan mil vueltas a muchos adultos de los que se creen los reyes del mambo (quizás porque en España ya me conformaría con encontrar a un niño actor que sepa vocalizar...). Por eso no deja de admirarme el trabajo de la protagonista, Brooklynn Price, que no tengo ni idea de si es actriz profesional o sólo se interpreta a sí misma, pero en cualquier caso lo hace genial como esa niña cabrona y repelente pero que en el fondo no deja de ser una pobre niña, con los sueños que tienen todos los críos. 

Lo mismo podría decir de Bria Vinaite, que interpreta la madre de la niña, y que parece una yonki a la que hayan sacado de la calle. Y del resto del reparto. Es lo genial de propuestas como la de Sean Baker. Que mientras sé perfectamente que Williem Dafoe no regenta un motel (de Katherine Heigl me lo creería, viendo cómo va su carrera, pero Dafoe aún tiene mucho trabajo) del resto del reparto no tengo ni la más remota idea. No sé si se asemejan a sus personajes, si son realmente gente de la calle o si sólo son jodidamente buenos actores. Y a día de hoy, una cinta que logra mantener la magia de este modo y hacerme dudar qué es real y qué no, merece todos mis respetos.


Creo que no hay palabras para describir lo buena que es "The Florida Project". Sobre todo porque, y aquí volvemos con el tema de las filias y las fobias, está enmarcada en un género por el que no siento ninguna simpatía (el retrato de "la vida real" saben que suele repelerme). Y aún así consiguió engancharme, fascinarme y dejarme con ganas de saber más sobre la vida de los protagonistas. Una señal de que cuando haces bien las cosas, cualquier tema puede resultar interesantísimo.