11/10/17


No me gusta el trabajo de Michael Haneke. Nada. No me gustan sus consideradas "películas buenas" ("Funny games" aún tiene un pase, pero aborrezco "Amor" y "La cinta blanca" tampoco crean que es santa de mi devoción, vale, ya pueden lapidarme) así que imaginen lo que siento por sus películas menos buenas. Y "Happy end" entra en esa categoría.

Haneke es de esa clase de directores (como Iñárritu o Lars Von Trier) a los que nunca verán en la consulta de un psicólogo para tratar un problema de falta de autoestima. Está encantado de conocerse a sí mismo, lo que le permite hacer siempre lo que le viene en gana, sin pensar en si es bueno para su carrera o si va a decepcionar a sus fans (ojo, que esto no lo digo como crítica, sino todo lo contrario. A pesar de sus trabajos no me atraen, sí que le admiro por no plegarse a los dictados de nadie).


Por eso, después de la profunda, intensa, íntima y multipremiada "Amor" (y tras darse un garbeo por la pequeña pantalla para marcarse una tv movie), el director decidió que ahora le apetecía dejarse de cosas profundas y marcarse una comedia. Bueno, lo que él entiende por comedia, que ya les digo que el señor es especialito. No más que Paul Verhoeven, seamos sinceros. Pero si servidor conecta a las mil maravillas con la mala leche del genio holandés (qué bien me lo pasé con "Elle") pues lo que les decía, con Haneke no me pasa. 

Admito, eso sí, que este "Happy end" coral, en el que disecciona los problemas de una familia burguesa con boda de por medio (y con el conflicto de los balcanes como telón de fondo, aunque es más una provocación que otra cosa) tiene sus momentos y algunos personajes memorables. Sobre todo Eve, la niña más psicópata e hija de puta que se ha visto en una sala de cine en mucho tiempo. Sus maneras de resolver los conflictos con la gente que le resulta molesta (empezando por su madre) es sin lugar a dudas lo mejor de la función.


En realidad hay otra cosa que me hizo gracia. Un chiste autorreferencial, una broma (más bien una tomadura de pelo) que Haneke plantea así, como quien no quiere la cosa, para quien logre pillar la referencia (es un pequeño spoiler, aviso. Por si quieren evitar éste y el siguiente párrafo). Y es que uno de los protagonistas de esta comedia, con un tono de comedia, es Jean-Louis Trintignant, el protagonista de "Amor". Pero es que su personaje, un señor mayor en silla de ruedas y con demencia, se llama George, al igual que el protagonista de "Amor". Y más aún, en un momento concreto se pone a hablar de una anécdota de su pasado...¡¡y lo que está contando es "Amor"!!

¡Que el muy cabrón de Haneke se ha sacado una secuela/spin off de "Amor", en clave completamente distinta, descojonándose de todas las reflexiones que hacía en su anterior película y haciendo que veamos al personaje de un modo muy diferente y menos amable! Hay que admitirle que los tiene cuadrados.


Sí, esas dos cosas me hicieron gracia. Pero no es suficiente para mantener una película fallida, que intenta ser más inteligente de lo que realmente es (o al menos así me lo parece) y que, siendo sinceros, ya he empezado a olvidar y en medio año me costará recordar todo su argumento y a la mitad de los personajes. Todo sea dicho, insisto en que no creo que Haneke haya intentado hacer una obra para la posteridad. Simplemente decidió rodar un chiste que le hizo gracia a él mismo. Y con eso es más que suficiente.

Patriarcas depresivos, padres con problemas, niños psicópatas y un accidente en una construcción que trae tela son sólo algunas de las subtramas que presenta "Happy end", en la que, eso sí, se da cita la flor y nata de la cinematografía francesa (Haneke no es tonto), empezando por el citado Trintignant y la siempre exquisita (y fría) Isabelle Huppert, a los que se unen Mathieu Kassovitz, Fantine Harduin y el británico Toby Jones, que aprovecha para viajar un poco y poner la nota exótica en un producto bizarro de por sí que seguro que ha cogido descolocado a más de un seguidor del director.


Porque así es Haneke, se le quiere o se le odia. O, como en mi caso, simplemente se le ignora...aunque con el secreto deseo de que ojalá estuviéramos en sintonía y tuviéramos una sensibilidad parecida. Porque el tipo estará un poco ido, pero como creador, interesante un rato es y me encantaría poder disfrutar de alguno de sus trabajos.