26/11/16


Si hubiera un premio a la combinación más bizarra, seguro que sería para "While the women are sleeping", película dirigida por el hongkonés Wayne Wang ("El club de la buena estrella"), protagonizada por el japonés Takeshi Kitano ("Violent cop") y basada en un relato corto del español Javier Marías ("Corazón tan blanco"). Como mínimo la combinación es exótica, eso no se puede negar.

Lo malo es que la cosa se queda en eso, en una curiosidad. Porque aunque la premisa mola, aunque sabes que hay una buena película escondida en alguna parte, ésta nunca termina de germinar. Quizás porque Wayne Wang es un tipo al que le gusta demasiado la poesía. Insinuar, proponer, mostrar sólo la primera capa de la cebolla. Dicho de otro modo, si comparáramos su película con "American beauty", Wang disfrutaría mucho más filmando la bolsa vacía que sobrevuela las calles que a Kevin Spacey fantaseando con Mena Suvari.


Atentos, que el argumento, como tal, es fascinante. Un escritor en crisis (¿acaso los hay de otro modo?) y su mujer, editora de libros, están pasando unos días en un balneario. Un buen día, mientras están en la piscina, el hombre se fija en un hombre mayor (Kitano) que va acompañado de una chica que podría ser su hija. Podría, pero no lo es.

El escritor se interesa cada vez más por la extraña pareja y hasta comienza a espiarles (todo con tal de no ponerse a escribir. Eso también es real como la vida misma). Y así es como descubre que el buen hombre tiene la manía de grabar cada noche a la chica mientras duerme ya que, como más tarde confiesa, algún día será su última noche y quiere atesorar ese recuerdo. 


De modo que por una parte tenemos a un viejuno creepy que graba a una Lolita que a saber por qué está con él. Y por otra a un escritor atormentado que encima tiene problemas con su mujer, que podría o no estar teniendo una aventura. Sólo con la mitad de esto Paul Verhoeven empezaría a salivar y crearía una película memorable. Pero desafortunadamente Wayne Wang no es el maestro holandés, y sus inquietudes van por otros tiros. 

Si te fijas detenidamente, en "While the women are sleeping" hay mal rollito para dar y tomar. No sólo en las relaciones de las dos parejas, sino también en la que entabla el escritor (auténtica columna vertebral del relato) tanto con el otro hombre (con el que comparte confidencias nocturnas en la piscina) como con la chica, a la que parece divertirle (o no, vaya usted a saber) la fijación que sienta hacia ella, y que le lleva no sólo a investigar su historia sino incluso a colarse en su habitación y esconderse debajo de su cama mientras ella se cambia.


Hay mal rollito, pero no se muestra. Como si Wayne Wang te dijera "sí, puede que sea lo que estás pensando...o quizás no". Nunca termina de quedar clara la historia de la extraña pareja. Ni si la mujer del escritor le está poniendo los cuernos (¿lo hace? ¿se lo imagina él? ¿nos lo imaginamos nosotros? ¿con qué hombre se acuesta? ¿o quizás no es un hombre?). Ni siquiera el por qué de la fascinación del protagonista hacia sus vecinos. ¿Busca inspiración, está enamorado de la chica, está simplemente hastiado?

El director, como decía, se limita sólo a sugerir. A esbozar el paisaje dejando que seamos nosotros los que lo dotemos del grado de oscuridad que creamos conveniente. Servidor, que tiene una mente muy enferma, ha elaborado toda clase de teorías. Pero claro, te gustaría que al final alguien te corroborara tus sospechas. Pero no, todo queda en el aire, como en la vida real. Y lo que parece imprescindible, fundamental, el eje de la trama, termina convirtiéndose en una simple anécdota. Un sueño lejano...o quizás una pesadilla fruto de la fiebre. Quién lo sabe.


(Pero claro, está basado en un relato de Javier Marías. En serio, ¿qué esperaba? Es como decepcionarme porque una película basada en un libro de Paulo Coelho no termina en una orgía de sangre y destrucción...)

"While the women are sleeping" es más interesante por lo que podría haber contado que por lo que verdaderamente cuenta. Es cine etéreo, onírico, del que se desvanece entre los dedos sin que seas capaz de agarrar del todo las ideas que propone. Todo ello aderezado, eso sí, por una narración elegante y un cuarteto protagonista que bordan sus papeles (incluso un Kitano que, seamos sinceros, nunca ha sido ni será un gran actor, pero que para determinados papeles, como éste, es la elección perfecta).


Debería ser suficiente, lo sé. Y aún así no puedo dejar de preguntarme qué habría hecho Verhoeven con este material... (pues ponerlos a todos a follar a lo bestia, pensándolo bien tampoco tiene mucho misterio)