15/11/16


Ay, qué mala es la ignorancia (empezando por la mía, que aquí he de entonar el mea culpa). Nicolas Winding Refn lleva haciendo películas desde el año 1996 (cuando dirigió la interesante "Pusher"), pero muchos espectadores le descubrieron (le descubrimos) en 2011, cuando se marcó una de las películas más interesantes del año, "Drive", ese cuento de héroes modernos magistralmente protagonizado por Ryan Gosling.

Pero claro, el error que cometimos fue creer que "Drive" era un ejemplo estándar de su filmografía, cuando lo cierto es que se trataba de una excepción. Su película más convencional, más accesible. Sí, tenía una atmósfera extraña, muy personal, que pensábamos que era lo que hacía diferente el trabajo de Refn. Pero estábamos completamente equivocados.


Por eso todos los que no revisamos la filmografía del director nos llevamos las manos a la cabeza con el estreno de "Sólo Dios persona". una película con imágenes bellísimas pero una trama que parece hecha para reírse del espectador. Recuerdo haberme quedado impactado, incapaz de apartar la mirada ni cuando comenzaron a salir los títulos de crédito finales, preguntándome qué diantres acababa de ver. Y si esa era la idea de "una broma pesada" que tenía Nicolas Winding Refn.

Después de eso ya sí que me puse manos a la obra y comprendí la verdad: el director es un tipo raro, excéntrico, cuyo cuidado de los planos va parejo hacia la despreocupación que siente hacia el guión. Dicho de otro modo, es de este tipo de personas cuyo cine es extremadamente sensorial, pero al que no le pidas una historia compacta. A sus pelis acudes para ver su maestría detrás de la cámara, no su talento como narrador (vamos, al estilo Lars Von Trier).


Con esta idea en la cabeza entenderán por qué disfruté tanto "The neon demon", un maravilloso experimento visual en el que no hay un sólo plano que, por sí mismo, no sea brillante. Lo que pasa es que también entiendo a los periodistas que le abuchearon en Cannes y a los espectadores que salen echando pestes porque, siendo sinceros, "The neon demon" no tiene historia. Como mucho un tenue hilo argumental, cogido por los pelos, que en la recta final de la película se convierte en un desmadre de proporciones antológicas.

La historia de una jovencita (Elle Fanning, que ya se ha comido directamente a su hermana Dakota y que parece que tiene por delante un futuro más prometedor) que se mueve a Los Ángeles intentando triunfar en el mundo de la moda está llena de clichés por una parte y personajes estrambóticos por otra. Como ese pseudo-novio con fijación por la muerte, las modelos celosas del éxito de la chica o un Keanu Reeves que se lo pasa en grande como dueño chungo de un hotel de mala muerte, siendo el único que parece entender a ciencia cierta el tipo de película en la que realmente está (una que no se puede tomar muy en serio).


No nos engañemos: Nicolas Winding Refn es un narcisista, un onanista y un provocador. Un kamikaze al que no podría importarle menos la opinión del público y que está muy encantado de conocerse a sí mismo. Pero es que si no te das cuenta de eso tras ver cómo la película comienza con un eterno plano en el que, con sus santos cojones, coloca un NWR (las iniciales de su nombre) a pantalla completa, es que no te estás enterando de lo que va la historia.

Sí, los hipsters, los gafapastas y los pedantes se devanarán los sesos intentando entender qué ha tratado de contar Refn en esta especie de fábula sobre la moda y el culto a la belleza. Otros muchos, afortunadamente, somos conscientes de que no hay mucho que contar. Que no es un ejercicio de ironía ni una sátira ni una crítica a la cultura de la superficialidad. Quizás sea lo que intentan vendernos, hasta puede que el director hable de ello en alguna rueda de prensa. Pero seamos serios: aquí no hay componente crítico. No se puede criticar algo haciendo exactamente eso mismo. El film es simplemente una broma que no todo el mundo pillará. Ni falta que le hace.


De modo que hay que la única manera posible de enfrentarse a "The neon demon" es hacerlo con una mente abierta, una sonrisa y decidido a dejarse seducir por las imágenes que nos tiene preparadas Nicolas Winding Refn. Tratar de sentir la película más que entenderla. Porque, insisto, es estéticamente impecable y llena de momentos impagables (ese animal dentro de la habitación, esas sesiones de fotos, ese final tan...tan...ya lo verán por ustedes mismos)

Sé que siempre digo que soy un espectador de historias. Pero hasta yo soy capaz de hacer una excepción de vez en cuando. Las hago con los films de David Lynch y, en este caso concreto, lo he hecho con "The neon demon". Les seré sincero: me lo pasé en grande viendo este espectáculo que a muchos les parece profundo y lleno de simbología y que, personalmente, creo que funciona precisamente porque debajo del envoltorio no hay absolutamente nada. Ahí está la gracia.