22/11/16


Bienvenidos a la película más "malrrollista" del festival de Sitges. Olvidaos de "Pet", al lado de ésta la cinta de Dominic Monaghan es una fábula infantil. Creo...no, estoy seguro de que hacía tiempo que no lo pasaba tan mal dentro de una sala de cine. Ni siquiera con "Martyrs" (la buena, no el remake descafeinado) me revolví tanto en la butaca.

Pero es que "Grave" (o "Raw", o "Crudo", o como diablos vayan a terminar titulando a la película cuando se estrene la próxima primavera) no está hecha para estómagos delicados. Ni siquiera los que ya estamos curtidos en todo tipo de películas extremas (vamos, los que nos tragamos la polémica "A Serbian film") estamos inmunizados ante propuestas como la de la debutante (en pantalla grande, también tiene en su filmografía un corto y una tv movie) Julia Ducournau, que da muestras de una madurez narrativa que me hace pensar que va a tener una carrera de lo más interesante.


"Grave" es provocación elevada a la enésima potencia. La historia de una jovencita vegetariana que, al llegar a la universidad de veterinaria (donde ya estudia su díscola hermana) se ve obligada a ingerir carne en una de las novatadas que los veteranos les tienen preparados a los nuevos estudiantes. Y sí, vale, la cosa no parece que sea para tanto. Pero es que eso despertará en ella unos deseos irrefrenables de seguir consumiendo carne...y no necesariamente animal, y decididamente no cocinada.

La comparación con "Martyrs" no es casual. Porque hay dos maneras de enfocar este tipo de películas: el estilo yanki, es decir, premisa rompedora y desarrollo convencional. y el estilo europeo de los que se sienten más cómodos con el cine de autor. Se pueden decir muchas cosas de "Martyrs" (a mí me encanta, otros la odian), pero no que se la pueda inscribir en la categoría de "torture porn" o que en ella la violencia sea gratuita. Su director, Pascal Laugier, usaba elementos del cine de terror y el gore para hablar de una historia sobre el fanatismo, los límites del dolor y cuestiones espirituales de lo más interesantes.


Pues Ducournau hace lo mismo con "Grave". Sí, la frase promocional puede ser "chica vegetariana que acaba convirtiéndose en caníbal", pero eso sería caer en un enfoque reduccionista y demostrar que no se ha entendido nada de lo que se ha visto en pantalla. Porque, una vez más, te puede gustar o no el resultado (particularmente compro), pero no se puede negar que la cinta tiene mensaje. Que las escenas desagradables (y hay unas cuantas) no están puestas porque sí, sino que sirven a un propósito superior. 

La directoria logra hacernos sentir escalofríos y algo de repulsión mientras aprovecha para contar una historia que funciona a varios niveles. En cierto sentido es el rito de iniciación de una chica (fabulosa Garance Marilliner) y su paso de la adolescencia a la edad adulta. Habla sobre cambios corporales, psicológicos, la sensación de no saber qué está pasando, de sentirse aislada del mundo. Vamos, lo que significa crecer.


Por otro parte la película habla también de la familia (y el diagnóstico que hace no es nada halagüeño). La malsana relación que tienen las dos hermanas (Garance y una Ella Rumpf igualmente soberbia), capaces de quererse y odiarse al mismo tiempo, resulta tan intrigante como difícil de digerir (nunca mejor dicho). Pero es que incluso esos padres, con un papel muy secundario, dibujados a base de pinceladas, terminan por ser mucho más de lo que parecen, dando sentido a una trama que a ratos parece confusa, pero que termina no siéndolo en absoluto. Sé que suena críptico, pero ya lo entenderán.

A un tercer nivel, estamos ante una película de terror-realista, donde la protagonista no vaga por el campus en busca de víctimas (ya les digo que no es de esa clase de películas), sino que el horror se presenta de un modo tan desprovisto de glamour como seco y directo a la yugular. No, "Grave" no es una película para todos los públicos. Aquí la sangre parece real, luce real y hasta sabe real. No piensas "qué espectáculo cinematográfico tan guay", sino "qué mal rollo me está dando todo".


Ahora bien, en un pequeño semi-off topic, he de admitir que, aunque la historia es dura y no hace concesiones, me impactó aún más el retrato que se hace de las universidades francesas. Dicho de otro modo, si lo que se ve en pantalla se parece remotamente a lo que sucede en la vida real, déjenme que les diga que jamás permitiría que ningún conocido se acercara a diez kilómetros a una de ellas. Una cosa son las novatadas y otra muy distinta que sientas deseos de que se queme la facultad entera con todo el mundo dentro. Si estos son los veterinarios del futuro, pobres animales (y pobre raza humana, en general).

Pero eso es sólo la anécdota. Lo importante es que "Grave" es una película dura que se presenta tal cual, sin que su directora intente edulcorarla o hacernos más placentera la experiencia. La tomas o la dejas...o la vomitas, como le pasó a más de un espectador en Toronto. En Sitges nadie llegó a tanto, pero vamos, que salimos todos con un mal cuerpo que pa qué.


Es una de las grandes apuestas de Sony para el próximo año. Y yo que ustedes no me la perdería, porque si algún día los americanos deciden hacer el remake (y no me extrañaría en absoluto), ya les digo yo que se van a dejar por el camino muchas situaciones incómodas. Las mismas que hacen que "Grave" sea lo que es, y que podamos amarla y odiarla al mismo tiempo. Dicho de otro modo, quiero volver a verla y al mismo tiempo preferiría no volver a hacerlo nunca, así de intensa resulta la experiencia.