16/9/16


Apenas ha arrancado la 64 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián y ya tenemos la primera polémica: ¿es "La doctora de Brest" una película como para inaugurar el certamen? A ver, para gustos colores. No tengo ni idea de qué requisitos hace falta, según algunos entendidos, para ser merecedor de dicho honor. Pero lo que sí tengo claro es que la película de Emmanuelle Bercot es mucho mejor que "London Road" (que clausuró San Sebastián el año pasado) y, así, entre nosotros, ahora que no nos escucha nadie...también es mejor que "Regresión", la peli inaugural del 2015, por mucho Amenábar que estuviera tras las cámaras.

Pero vamos a lo nuestro, es decir, a hablar de la cinta. Que está basada en una historia real y que cuenta la lucha de la doctora Irene Frachon (que también está en el festival) por lograr que se prohibiera en Francia un medicamento aprobado por el estado para diabéticos (y que también se usaba para adelgazar), pero que, como descubrió la médico, causaba un elevado número de muertes.

A nivel cinematográfico la película es un drama médico/judicial impecable, para lo bueno y para lo malo. Es decir, no se le puede poner un solo pero, ya que cumple todos los requisitos de este tipo de historias a lo Erin Brockovich (protagonista terca, un caso sólido pero en el que nadie cree, complicaciones, algún golpe de suerte, más complicaciones, momento en el que está a punto de abandonar y luego la parte final con la resolución de la historia) y no se hace larga, a pesar de algunos pequeños baches en momentos puntuales.


Lo malo es que, del mismo modo, se podría decir que "La doctora de Brest" no innova. Es decir, es entretenida, es interesante, muestra una historia de David vs Goliath de esas que a todos nos gustan pero, en última instancia, no nos cuenta nada nuevo. Sí, es horrible descubrir cómo ante evidencias abrumadoras la administración aún tiene tantos reparos a la hora de actuar, presionada por las farmaceúticas. Pero el problema es que casos como éste. desgraciadamente, los hay a cientos en los periódicos...y decenas de películas que tienen este punto de partida.

Aún así, que conste (sí, sé que estoy dando la de cal y la de arena), estamos ante una película muy reivindicable, por lo bien hilada que esta (con los "peros" a los que antes aludía) y, sobre todo, por el soberbio trabajo de su pareja protagonista. Comenzando por una inconmensurable Sidse Babett Knudsen (inolvidable su trabajo en la serie "Borgen"), que se come la pantalla con uno de esos personajes todoterrenos que te despiertan todo tipo de reacciones contrapuestas (vamos, que no intenta ser demasiado simpática, y aunque terminas cogiéndole algo de cariño...uff, hay otros momentos que es para matarla).

El suyo es un tour de force de los que hacen las delicias de cualquier actriz, lo que sumado a que se pasa en pantalla el 99% del metraje, nos indica hasta qué punto es la responsable de que la cinta resulte tan interesante.


Pero no menos destacable es el trabajo de Benoit Magimel. que hace una excelente labor de interpretación contenida, siendo siempre el contrapunto a la excesiva, intenta y a veces antipática protagonista. Es el sufrido "lugarteniente" que no intenta robar las escenas, porque entiende que eso iría en contra de la película, pero que está excelente porque ofrece exactamente lo que su papel requiere.

Dejando aparte las consideraciones artísticas, lo que más me ha llamado la atención de "La doctora de Brest", y es algo que necesito compartir, es la propia personalidad de la protagonista. Si hay algo que me fascina de la película es que demuestra cómo uno puede ser un héroe y, al mismo tiempo, una persona de lo más cuestionable. No es que Irene Frachon sea mala (la de la película, ojo, que a la real no la conozco), pero desde luego es terriblemente narcisista, egocéntrica y en cierto modo un peligro público.


Porque si algo demuestra la cinta es que la buena doctora no teme llevarse a nadie por delante cuando se trata de defender aquello en lo que ella cree. Actúa primero y piensa después, sin sopesar nunca el perjuicio que le puede estar causando a la gente que está a su alrededor. Y sí, todo parece justificado (incluso el hecho de que tiene a su familia prácticamente abandonada) porque defiende una buena causa. Pero, ¿y si se hubiera equivocado? ¿Y si su lucha hubiera sido una batalla quijotesca en la que todos hubieran salido perdiendo por culpa de su orgullo y su falta de tacto?

Lo admito, no puedo dejar de pensar en este asunto. En que admiro a Irene Frachon, pero al mismo tiempo no me gustaría que formara parte de mi vida. Vamos, que huiría de ella como de la peste.

Acabo de caer en la cuenta de algo: que la película me haya despertado esas sensaciones, que me haga reflexionar sobre estos temas. significa que me ha calado. O sea, que sin ser una obra maestra a mí me convence como película de inauguración. Y en cuanto llegue a las carteleras de toda España, harían bien en ir a verla.