22/8/16


Cuando un cómico empieza su espectáculo con un chiste sobre cuántos tíos se habrán follado a las madres de los presentes, lo normal es suponer que el nivel del show va a ser bastante bajo. Claro que por fortuna Louis CK no es un cómico normal, y si decide utilizar un recurso tan fácil (que lo es, no nos engañemos) no es porque se haya quedado sin ocurrencias mejores sino, sencillamente, porque le apetece. Con dos narices.

Louis CK, en el escenario, se mueve a medio camino entre Jerry Seinfeld y Ricky Gervais (mis otros dos comediantes favoritos). El primero se especializa en el humor más o menos blanco, obsesionado por las pequeñas manías de los seres humanos, mientras que el segundo es como un mono con una ametralladora, es decir, un provocador nato que hace de lo políticamente incorrecto su mejor arma.

Y ahí tenemos a Louis CK, fascinado por las historias cotidianas, por los pensamientos universales que tenemos todos los humanos, pero decidido a centrarse en nuestra parte más oscura, aquella que nos da vergüenza admitir. Dicho de otro modo, parece como si sintiera placer demostrando que las personas somos seres miserables que nos encontramos más allá de cualquier atisbo de redención. Empezando por él mismo.


En su nuevo espectáculo habla de todo y de nada. No hay realmente un hilo conductor, sólo un cúmulo de historias que se centran en el comportamiento humano. Durante los 70 minutos que permanece en el escenario (antes hay tres cómicos que le sirven de teloneros) le da tiempo a hablar del matrimonio, los hijos, la religión, el más allá, los ancianos, el amor... y cargar contra todos ellos, de un modo tan divertido y devastador que, para qué negarlo, terminas dándole toda la razón.

Louis CK habla de sus hijos, a los que quiere pero a los que llama "mocosos malcriados", de su ex-mujer ("es difícil aceptar que lo mejor de mi vida provenga de la peor de mis decisiones") y de la mentira del amor. En un monólogo que bordea el machismo (y que desde luego es políticamente incorrecto hasta decir basta...y absolutamente brillante) pone en tela de juicio el amor eterno, el príncipe azul ("¿pero tú quién coño te crees que eres? ¿Acaso te parece que eres especial?") e incluso la vida después de la muerte, preguntándose cómo se tomaría un muerto que ya ha hecho amigos en el más allá, lo de tener que reencontrarse con la pesada de su mujer, recién fallecida, ahora que estaba tan bien sin ella.


Son pequeñas píldoras de sabiduría con gran dosis de ironía y mala leche, que culminan en la mejor fórmula matemática que servidor ha escuchado en muchos años: "Amor + tiempo - distancia = odio".

Sus historias están cargadas de pesimismo, amargura y derrota. Pero, al mismo tiempo, nos hacen reír. Porque a veces disfrutamos de las desgracias ajenas. Y, más aún, aunque sean auténticas burradas a veces resulta liberador escuchar pensamientos prohibidos que todos hemos tenido alguna vez.

Quizás uno de los momentos culminantes del show sea la historia que cuenta sobre el tipo que le robó a la chica que le gustaba en el instituto, y que con el tiempo resulta que se terminó convirtiendo en una mujer...ya que, como ponía en su perfil de facebook "en el fondo siempre supe que estaba en el cuerpo equivocado". ("¿Y entonces por qué cojones me levantaste a mi chica? Que seas transexual no te convierte necesariamente en buena persona. Antes eras un "asshole" y ahora eres una "cunt"). En serio, es imposible no ponerte de su lado.

El cómico arremete contra las citas a ciegas, el amor verdadero, la naturaleza del ser humano y nuestra capacidad para sentir empatía o ayudar a los demás. Y por el camino le da tiempo de soltar pequeñas historias geniales (como la de "el talón de Aquiles", que bien pensado es una leyenda que no tiene ni puñetero sentido. ¿Por qué diablos tras sumergirle en el agua agarrándole de un talón, luego su madre no se cambió de mano y así hubiera tenido a un niño completamente indestructible?), reírse de la religión cristiana, de los judíos, de los mexicanos y de todo cuanto se le ponga en su camino.


Eso, por supuesto, sazonado con comentarios soeces, chistes fáciles, muchas referencias sexuales, pensamientos crueles (hay uno sobre la adopción especialmente sangrante) y sin perder nunca la compostura ni el sentido del humor. El mensaje, como digo, está claro: somos todos gente terrible. Pero lejos de avergonzarnos de ello, lo mejor es que al menos lo disfrutemos mientras podamos.

Este espectáculo no es ni de lejos lo mejor que he visto de Louis CK. Su serie de televisión me parece superior, y el resultado del stand up comedy presentado en Londres es algo deslabazado y a ratos carente de la garra que todos sabemos que tiene. Lo que no quiere decir que no merezca la pena. Porque un Louis CK al 75% es infinitamente superior a la gran mayoría de cómicos que se ganan la vida a lo largo de todo el globo terráqueo. Por su talento (por supuesto), pero quizás también porque él no se devana los sesos pensando en cómo hacernos reír. Simplemente abraza su lado más oscuro, consciente de que todo cuanto diga nos sonará familiar. Al menos así fue en mi caso.


Que se joda Paulo Coelho y su pensamiento positivo. Tras ver a Louis CK me siento peor persona, pero al mismo tiempo estoy más orgulloso de mí mismo, con todos mis defectos y carencias. Somos lo que somos, para bien y para mal (y para peor), y antes que llevarme las manos a la cabeza por ello, prefiero reírme a carcajada limpia...como ya hice durante todo el espectáculo, gracias al buen hacer del genial cómico. El mismo que comenzó el show preguntándose cuántos tipos se habrían follado a nuestras madres.