4/12/15


Tal día como hoy, hace treinta años, se estrenó “El Secreto de la Pirámide”. Sip, es una traducción bastante libre. De hecho recuerdo que cuando la alquilé del videoclub (todos los fines de semana mi padre pillaba dos o tres pelis de la sección de familiar-aventuras) y vi que al protagonista lo llamaban Sherlock, al amigo gordo virgen con gafas y adicto a las natillas lo llamaban Watson y que los nombres de esos aprendices a detectives coincidían con los de los perros de la serie de Sherlock Holmes (mi primer contacto con el personaje de Sir Arthur Conan Doyle) me flipó bastante.


Ya en serio, 30 años y la película sigue teniendo una frescura inusitada. Es divertida, emocionante, para todos los públicos pese a que tiene un par de momentos bastante chungos y duros y con unos efectos especiales bastante majos que tuvieron una nominación a los Oscar. Barry Levinson firmó la que creo que es su mejor película junto a “Rain Man” y “Good Morning Vietnam”, en una cinta que encandila desde el primer momento.


La película fue toda una superproducción financiada por Amblin (propiedad de Steven Spielberg) y contó con un presupuesto nada desdeñable de 18 millones de dólares, buena parte invertidos en la primera creación realizada enteramente por ordenador, siendo ésta la criatura que cobra vida de la tienda de antigüedades. Así que cuando revisiones la película y os parezca cutre, RESPECT!


Ciertamente la caracterización de personajes está muy lograda. Nicholas Rowe y Alan Cox están perfectos en sus papeles. Por cierto que el libreto de la película está firmado por Chris Columbus, guionista también de “Los Goonies”, “Gremlins” y director de las dos entregas de “Solo en Casa”. Sobre el por qué de la fría personalidad de Holmes y de cómo los hechos de esta película le marcarían, dijo lo siguiente:

“Lo que tenía más importancia para mí era por qué Holmes había llegado a ser tan frío y calculador, y la razón de estar solo el resto de su vida. Ese es el motivo por el que se le describe de forma tan emocional en el filme; de joven, sus emociones lo controlaban, estaba enamorado del amor de su vida y como resultado de lo que ocurre aquí, se termina convirtiendo en la persona que será más tarde”


Lástima que en taquilla no funcionase tan bien como se esperaba y que nunca se rodase una segunda parte, porque la escena tras los créditos que descubrí hace meses gracias a un gran artículo de Fran Villalba, daba a entender que habría más.