Llegamos a la cola con horas de antelación, ¿por qué
diantre, teniendo la posibilidad de comprar entradas numeradas? Esto es el
Phenomena, el mejor cine de Barcelona. Sin veinte minutos de estúpida
publicidad, en V.O.S. y equipado con el mejor sonido. Como los de antes, los de
aquellos tiempos en los que no existía el concepto de entrada numerada en el
cine y tocaba comerse colas para conseguir un buen sitio donde disfrutar de la
peli. Y de eso trataba este jueves noche, de rememorar viejos tiempos, muy acorde
con el tono de esta STAR WARS. Porque la peli calca en estructura el episodio
IV, pero adaptándola a una nueva generación (hay que esperar a los siguientes
capítulos o los Spin-off que Disney prepara para enfrentarnos a algo mas
fresco). Lo intentó Bryan Singer con su "Superman Returns", pero con otro
resultado.
Y es que esta es una película rodada por y para fans del universo de Star Wars. Sólo hay
que analizarla para entender el porqué puede fascinarnos. Primero tenemos un
personaje como Finn. Ese somos nosotros, los frikis que siempre hemos querido
formar parte de este universo ficticio. Empieza con cosplay incluído, ¿quién no
ha querido disfrazarse de StormTrooper? después se pone a emular a Luke manejando
los cañones del Halcón Milenario y para colmo encima le dejan empuñar un sable
luz y enfrentarse con el maloso, Kylo Ren. ¿Y quién representa este malote?
Pues el otro lado de los freaks, los que adoran a Darth Vader y les gusta
representar a los seguidores del lado oscuro. Kylo Ren, un adolescente que en
el fondo es buen chaval, pero que le ciega el estereotipo molón de su abuelo
(es que Darth Vader es muy, muy grande) y desea ser tan malo como él. Si no has
tenido suficiente, te damos a Rey, la versión Luke, pero mejorada con una mejor
actriz de lo que era Hamill, con una presencia magnética y poderosa con la
empatizas desde el primer segundo que llena la pantalla. Y por fin, por fin
logran tirar el lastre de la pareja cómica de androides para presentarnos a
BB8, un ejemplo de lo fabuloso que puede llegar a ser un diseño de lo más
básico y el juego que puedes sacar de eso.
¿Se nota que me gustó la película? Será porque vi toda la
proyección con una sonrisa estúpida en la cara, bobalicona e infantil,
volviendo a sentir que era transportado a un lejano año en el que acompañé a un
grupo de rebeldes a través de una galaxia muy, muy lejana. Y después de verla
por segunda vez y empezar a hablar de ella con otras personas, leyendo
comentarios en blogs, podcast y tertulias mil, descubres que hay gente que la
ODIA. Pero no unos haters cualquiera, no. Fans de STAR WARS, unos fans
cabreados con Disney, convencido de la conspiración de Abrams -¡es que seguro
que es fan de Star Trek!(comentaba uno de los haters)- para relegar la saga a
una del montón –¡Para ver el Episodio IV ya tenemos la del 77! (hater dixit)-
sin aportar nada nuevo a ese universo. Bueno, para gustos, colores. Es jodido
hablar del tema, cuando una película traspasa el concepto único de película y
se convierte en algo más (si, si, todo eso potenciado por la pasta invertida en
los directivos del marketing, por qué negarlo*) es imposible intentar mantener
la cabeza fría para analizar el fenómeno y no entrar en un bucle de discusiones
frikis, relegando la película a un cúmulo de tecnicismos parecidos a los
debates que se pueden tener con una obra de arte contemporáneo, por ejemplo.
Anda, relajaos, tomad asiento. Las cortinas se abren y
después del logo de Lucasfilm, esa frase mítica que da pie al desfile del texto
que nos pone en situación. Y a partir de ello, magia pura. Aventura, diálogos
frescos, guiños a los nostálgicos y un sin parar hasta llegar a ese plano
(criticado de nuevo por ese hater (¡¡eso no es un plano de Star Wars, grrrrr!!)
cargado de emoción contenida, donde un gesto y una mirada ponen punto final a
este episodio VII.
Gracias, Abrams
* Bueno, es que el marketing aplicado a licencias de
películas casi nació con la película de Lucas, ¿no?