19/12/15


Vamos a dejar de lado si "El puente de los espías" es una película excesivamente patriótica. Si los americanos son muy buenos y los rusos muy malos. Seré sincero: me importa un pimiento que la película pueda ser catalogada como pro-yanki. Y el que no quiera ir a verla porque le parece que es un ejercicio de propaganda y bla bla bla, pues oye, está en su derecho y es una decisión de lo más respetable. Pero que sepan ya que, a nivel cinematográfico (que es lo que a mí me importa) se estarán perdiendo una excelente película.

Excelente porque Steven Spielberg demuestra que, cuando quiere, sigue siendo posiblemente el mejor director del mundo. Personalmente siempre lamentaré que "El Rey Midas" de Hollywood se hiciera mayor y dejara de interesarse por divertimentos de primera como "Tiburón" o "En busca del arca perdida" para adentrarse en terrenos más serios y de corte político, como "La lista de Schlinder", "Munich" o la película que nos ocupa. Pero aunque los temas me interesan menos, el talento del director permanece inalterable. Más aún, como los buenos vinos es posible que incluso haya mejorado con el tiempo.


No se trata tanto de lo que se cuenta como del modo en que se cuenta. La base, una historia real sobre un abogado americano que viajó a Berlín para mediar en un intercambio de rehenes entre americanos y rusos en plena Guerra Fría. El problema es que había sólo un prisionero ruso y dos americanos implicados, y el abogado no estaba dispuesto a dejar atrás a ninguno de sus compatriotas.

Vista la película, la verdad, el tema no daba para tanto. Es una historia sencilla, sin demasiada vuelta de tuerca. Pero ahí es donde reside la maestría de Spielberg. En conseguir que el espectador mantenga el interés durante 140 minutos que no se hacen nada largos. Es entretenida y está excelentemente filmada. Qué fácil es decirlo y qué difícil es poner estas dos cosas en práctica.


Aunque claro, Spielberg, que es un grande, no está solo en esta empresa. De entrada cuenta con la ayuda de los hermanos Coen (sí, esos Coen), responsables del guión, lo que ya es toda una garantía (aunque no olvidemos que los Coen también escribieron el "Invencible" de Angelina Jolie y la película era larga y un poco coñazo, señal de que, mal que me pese tener que admitirlo, un buen guión no es suficiente como para realizar una obra maestra).

Además el director se apoya en el trabajo delante de las cámaras de Tom Hanks, amigo personal y que poco a poco se está convirtiendo en una especie de actor fetiche (ésta es la tercera vez que colaboran, y los tres films son bastante notables). Más allá de sus dos Oscar, creo que a nadie se le escapa que Hanks es un magnífico actor que siempre está bien, haga lo que haga. "El puente de los espías" no es una excepción, y su trabajo es soberbio.


No obstante el auténtico protagonista de la función es Mark Rylance. Un talentoso actor (verlo en teatro es una gozada) que sin embargo no es precisamente alguien demasiado conocido para el gran público. Todo esto puede cambiar en los próximos meses, después de que sea nominado al Oscar a mejor actor de reparto (eso es incuestionable) y que tal vez incluso suba a recoger el premio (algo no tan seguro, pero no lo descartaría; a día de hoy es el máximo favorito a hacerse con el galardón).

Rylance se queda con el papel de viejo espía soviético capturado por los americanos que nunca pierde la calma (el running gag de la respuesta que siempre ofrece a las preguntas de Tom Hanks es memorable). Y logra ganarse nuestra simpatía, que realmente nos importe lo que le suceda. Es, sin lugar a dudas, lo más destacado en una película que no se queda corta en aspectos brillantes, lo que lo hace doblemente meritorio.


"El puente de los espías" es cine con mayúsculas. Una historia real, con mensaje (dos características que suelen echarme para atrás) pero contada con tal maestría que resulta imposible no sentirse fascinado por ella. Además en su primera hora incide en un tema que particularmente me apasiona (el mismo leiv motive de "La conspiración", película de Robert Redford que adoro): la importancia de que incluso los culpables reciban un trato justo. Que el defender a quien quizás no lo merezca no significa estar de acuerdo con él, sino entender que nunca podemos ponernos por encima de la ley.

Por eso, y por todo lo expuesto, más allá de si tiene "tufillo" o no (que yo tampoco se lo veo tanto), ningún amante del buen cine debería perdérsela.