6/10/15

 
 
Tengo que quitarme el sombrero – que hace años que no uso – ante Grant Morrison. El genio calvo y drogadicto de Escocia ha tardado mucho en entrarme por buen sitio, siempre se me atragantaba, pero oigan, ahora que le he pillado el truco, que sé por donde coger sus obras, no podría estar más emocionado cada vez que tengo la oportunidad de hincarle el diente a cualquiera de sus tebeos.


Ahora, y gracias a ECC, he podido por fin leer uno de sus trabajos más recientes, en concreto la miniserie de ocho números “Joe el Bárbaro”, publicada por el sello Vértigo de DC hace casi un lustro. Si a esto le sumamos que el dibujante no es otro que Sean Murphy, artista que me fascina desde que leí su “Punk Rock Jesús” hace que la suma de los factores den como resultado una de las lecturas más satisfactorias  que me he metido entre pecho y espalda en los últimos meses.


“Joe el Bárbaro” nos cuenta la historia de Joe, un niño de 11 años que perdió a su padre en la Guerra de Irak y que desde entonces se ha refugiado en un mundo creado en su imaginación y escenificado en el desván de una casa que están a punto de embargarles. Para más inri es un paria social y además hipoglucémico. Todo un cuadro dramático el que se marca Grant Morrison y que te mantendrá enganchado desde la primera página.


Cabe destacar el trabajo realizado por el escritor, que en todo momento juega de manera brillante con la barrera entre la fantasía y la ficción y lleva al lector por donde quiere. ¿Será fantasía? ¿Tendrá parte de realidad? (al estilo del 1985 de Mark Millar). ¿O será todo fruto de la mente febril de un niño que está sufriendo un ataque de hipoglucemia? El final, que es de traca, te mantiene en vilo y no puedes dejar de leer hasta descubrir el desenlace.

Como viene siendo habitual en el autor, “Joe el Bárbaro” tiene abundante metalenguaje y en esta ocasión además es un perfecto análisis de la psique y personalidad de un niño traumatizado. Joe vivirá asombrosas aventuras en un mundo en guerra que tiene todo lo que un niño friki puede desear: mutantes, ninjas, dragones, robots, soldados... siempre además acompañado de su mejor amigo, la fiel rata Jak, su mascota en el mundo real y su mentor en el ficcional, además de su sendero hacía la luz... y prefiero no decir nada más.


Me detengo antes del punto final para alabar los lápices de Sean Murphy, el motor que hace que este tebeo funcione tan rematadamente bien. Sus diseños, su narrativa, su capacidad para crear mundos fantásticos nos cogen de la mano y nos pasean por la fantasía de Joe como si fuésemos otro de los personajes de la historia. Además el tomo incluye un apéndice donde Sean Murphy nos explica el proceso creativo, y que resulta verdaderamente interesante.