12/10/15


Sion Sono es el nuevo Miike, cada vez lo tengo más claro. Y más aún después de haber visto anoche "Love and piece" (una de las tres películas que presenta el director este año en Sitges) y que, aunque a mí particularmente me gustó, dejó absolutamente descolocado al público.

Porque claro, cuando te has acostumbrado a "Guilty of romance" (erotismo malsano), "Suicide girls" (sangre a raudales) o "Cold Fish" (un thriller durísimo), por poner sólo tres ejemplos de su extensa filmografía, que Sono llegue y se marque una película familiar, tirando a infantil, deja a cuadros a cualquiera. Es, desde luego, lo que menos me esperaba. Pero cuando eres seguidor de Miike ya estás curado de espantos, por lo que, en vez de horrorizarme con el cambio de tercio de Sion Sono, me parece no sólo sano, sino de lo más interesante.


La película (por cierto que el guión fue escrito hace 25 años) narra la historia de un pobre diablo del que todo el mundo se ríe (literalmente: todo el mundo) y que trabaja de oficinista en una empresa, pero su verdadero sueño es triunfar como cantante. Cuando por una serie de circunstancias empieza a volverse famoso, todos sus deseos se irán cumpliendo, pero por el camino irá olvidando quién es realmente y comportándose cada vez más como un cretino.

Sé que dicho así, la trama no podría ser más convencional. Seguro que si lo piensan un poco se les ocurren decenas de películas de temática similar. Vale, pero ¿cuántas de ellas tienen como protagonista a una tortuga gigante que es la compositora de las canciones?


Sí, hay una tortuga mutante que crece sin parar (le falta aprender artes marciales para unirse al famoso grupo). Y también juguetes que hablan y caminan, y que viven en compañía de una persona bonachona y extraña...o quizás no tan extraña. Este es el extravagante universo que se ha sacado de la manga Sion Sono, que aún tiene tiempo para meter una historia de amor por medio.

Pero, más allá de estas excentricidades, nos encontramos con una película tierna ideal para toda la familia. Viendo sus trabajos previos uno podría dudar de que Sion Sono tenga su corazoncito, pero aquí demuestra que sí, con una fábula enternecedora a la que hay que asomarse con inocencia y alegría, dispuestos a aceptar el mensaje positivo de la película. Un mensaje sobre no dejar de ser nunca quienes somos.


Como digo, a mí la película me gustó, pero también entiendo que si es tu primer acercamiento a Sion Sono, desde luego no es la mejor forma de empezar. Y que si eres fan de su trabajo, pero no te has percatado de su versatilidad (es decir, si sólo esperas provocación, sexo y violencia), te vas a llevar un chasco de los gordos.

Sin embargo los que nos hemos percatado de la versatilidad del director, de lo rico de su mundo interior, aplaudimos la propuesta. No es, ni de lejos, la película suya que más me gusta. Pero me ha permitido ver una dimensión distinta de su trabajo, lo que es de agradecer. Y además es una peli bonita, qué diablos. Y eso por no hablar de su tema principal (el gran hit del protagonista), que llevo tarareando todo el día porque me está resultando imposible sacarme la maldita canción de la cabeza. ¡Pikadonnnnnnn!