15/10/15


Desde luego que este festival de Sitges pasará a la historia por exhibir algunas de las películas más originales del cine de terror de los últimos años. Son ya muchas las cintas que nos han cautivado durante estos últimos días, pero para que la fiesta no decaiga vamos a hablar ahora de una de las propuestas más frescas y divertidas que hemos visto en mucho tiempo: "The Final Girls".

Lo primero que he de decir es que “The Final Girls” es una de esas películas en las que es mejor llegar virgen a la sala sin saber absolutamente nada de ella, ya que a partir del minuto diez de metraje supone todo un catacroker en toda regla. A partir de ahora hablaré de la película y de su trama general, por lo que avisados estáis de que a partir del siguiente párrafo podría haber potenciales spoilers, según se mire.


Max (interpretada por Taissa Farmiga) pierde a su madre en un accidente de coche. Su madre era una especie de Jamie Lee Curtis moderna, reina del cine slasher de los ochenta, en especial de la película “Blood Camp”. Cuando la cinta se está reestrenando en un cine, de repente se provoca un incendio que hace que Max y sus amigos  escapen rompiendo la tela de la pantalla de cine…

Y con esto...si seguís leyendo es nuevamente BAJO VUESTRA RESPONSABILIDAD... lo que ocurren es que acaban todos en la película que estaban viendo. Así de simple, así de directo, así de gratuito sin explicar nada más. Pero todo es jodidamente divertido, absurdo, paródico y genial. La forma en que se hace metacine con una película dentro de otra es un tema que se ha abordado mucho, y en los últimos tiempos tenemos algún precedente que, sin abordar la misma temática exactamente, sí que guardas ciertas semejanzas con este título. Estoy hablando, claro, de “La cabaña en el bosque”, producción de la que “The Final Girls” es una digna heredara.


Los 88 minutos que dura “The Final Girls” están tremendamente bien aprovechados y desde luego no dejan títere con cabeza parodiando el género slasher de forma brutal. Las situaciones absurdas, la forma que tiene el malo de no morir nunca, el origen de niño traumatizado (la forma que tiene de usar los flashbacks es también otra forma de parodia, cambiando la película a blanco y negro), las cámaras lentas infinitas y por supuesto los estereotipos de los personajes.

Y qué personajes, señores. Tenemos a la encantadora Nina Dobrev (la Helena de “The Vampire Diaries”) como la pija y drogata; Alexander Ludwing (el retoño de “Vikings”) como el amigo molón y presuntamente gay o a Adam Devine (el inclasificable de “Dando la nota”)  haciendo del machote que no para de hacer chistes guarros y sexistas y usando expresiones propias de los ochenta.


El tercer acto de la cinta es un auténtico fin de fiesta donde todo vale, y las escenas de “acción” así como las armas usadas contra el malo serán homenajes a ciento y una películas de tan mágica era. 

De verdad, para quitarse el sombrero. Y ese final que lo dice todo y no dice nada... Quiero más.