10/10/15


¿Saben esa clase de películas simpáticas, sin pretensiones, que simplemente intentan que pases un buen rato? La definición perfecta para "Bloodsucking Bastards".

¿La trama? Vampiros en una oficina. Corrección. Vampiros al frente de una oficina que, al convertir a los inútiles empleados en muertos vivientes, mejoran su eficacia y, por ende, el de la empresa. Lo que ocurre es que no a todo el mundo le gusta eso de convertirse en el empleado perfecto a costa de perder la humanidad y dejar de poder ir a la playa, así que al final, como es habitual, se lía parda.

"Bloodsucking Bastards"se beneficia de una trama divertida, unos gags inspirados aún a costa de perder cualquier vestigio de realismo en el desarrollo de la acción ( la escena de cómo uno de los protas se entera de que la oficina está infestada de vampiros es antológica) y unos actores carismáticos a los que es fácil cogerles cariño. Empezando por Fran Kranz (habitual en las producciones de Josh Whedon) y Pedro Pascal ("Juego de Tronos"), como el héroe y el villano de la historia respectivamente, compartiendo además una vieja rivalidad que da lugar a algunos chistes simpáticos.


Pero no podemos olvidarnos de Joey Kern y Justin Ware, el contrapunto cómico...bueno, el contrapunto más cómico de la película, y que a pesar de resultar un poco cargantes (son los típicos trabajadores escaqueados y que se aprovechan de su amigo) consiguen una dinámica que funciona, incluso cuando uno de ellos pasa a engrosar las filas del "otro bando". A su lado, Emma Fitzpatrick, hace de la chica de la función, aunque aportándole algo de personalidad a su personaje para que no se convierta en la típica "chica en apuros".

Poco más puedo añadir a una película que dura 80 minutos que se pasan muy rápido. Quizás que no habría venido mal un poco más de desarrollo a la trama, ya que una vez que los sucesos empiezan a desarrollarse, todo va a velocidad de vértigo, y no pasa mucho tiempo desde que conocemos la identidad del villano hasta que todo el mundo en la película sabe ya quién es y por qué tiene colmillos. Pero bueno, teniendo en cuenta que una de las críticas que se le hizo a "Hot Fuzz" de Simon Pegg y Nick Frost es que duraba demasiado y tardaba mucho en arrancar, a lo mejor lo de ir al grano es lo mejor que podían hacer.


En casa, desde luego, la cosa puede tener su gracia. En Sitges "Bloodsucking Bastards" es una de esas películas que se agradecen, para que uno pueda relajarse y tomárselo con calma, sin que la proyección sea demasiada intensa. Aún cuando es un producto de esos de medianoche en los que a veces cuesta mantener los ojos abiertos y que, al día siguiente, te preguntas en qué momento te pareció una buena idea ir a un maratón nocturno teniendo otra película a las 8.30 a.m...