31/10/15



Cuando los miembros de esta web decidimos que la mejor forma de celebrar Halloween sería escribiendo sobre nuestros monstruos favoritos, he de reconocer que empecé a pasar lista a todos los monstruos clásicos de la Universal para ver con cual me quedaba, ya que los zombies ya fueron elegidos por el compañero Txema SG.
No elegí ninguno. No me dan miedo. Todos tienen su kryptonita. A un Hombre Lobo te lo cargas con una bala de plata, a un vampiro  lo dejas seco con una estaca en el corazón o una sesión de rayos uva (no, los vampiros no son figuras de Swarovski cuando les da el sol, quitaros esa imagen “crepuscular”) Pero….¿cómo se mata a un payaso?

Un payaso sí que da miedo, por lo menos a mí, y a mucha otra gente. Coño, si hasta existe un nombre para ello: COULROFOBIA.

En mi caso sólo existe un culpable, el puto muñeco que los niños de "Poltergeist" tenían en su habitación. Mira que de canijo me he tragado miles de vhs de terror y nunca me afectaron ni los muertos vivientes ni los fantasmas, y mira que en esa película hay escenas que te ponen los pelos de punta. Pero la escena del muñeco atacando al niño siempre fue superior a mí, y lo sigue siendo. Si hubiese sido un Nenuco o un osito de peluche la cosa se habría llevado mejor…

En cambio Pennywise, el payaso protagonista de la mítica “It ("Eso") de Stephen King, más que miedo, me produce mal rollo. El hecho de que lo interpretase Tim Curry también ayuda, ya que aun siendo un actor de puta madre tiene (sin maquillaje) una de las sonrisas más perturbadores de Hollywood. Estéticamente, Pennywise no dejaba de ser un Ronald McDonald hasta arriba de ácido.



La figura del payaso malrollero no es ninguna tontería, ni está ajena al público infantil. Si recordáis, en "Inside Out" ("Del Revés"), película que en ningún momento considero para niños de corta edad, una de las escenas más chungas tiene un payaso de por medio.


Nuestro cine patrio tampoco se libra de su dosis de payasos cabrones, ya que Álex de la Iglesia utilizó a este colectivo tan dicharachero y que se supone que deben contagiar alegría y buen rollo para protagonizar uno de sus películas más oscuras, “Balada Triste de Trompeta”, en una historia llena de venganza, celos y mala baba por doquier.

Está claro, los payasos no molan, dan mala espina. Pueden ocultar bajo su enorme y forzada sonrisa a la peor calaña que te puedas encontrar. Quizás es esa falsedad lo que teme la gente que padece dicha fobia. Si ya me juntas un payaso con un zombie, como el que nos encontramos en “Zombieland”, tenemos la combinación definitiva.
El mundo del cómic no es ajeno a ello. El Joker recordemos que no deja de ser la figura del bufón en la baraja de cartas. Aunque el Joker que todos conocemos del noveno arte no sigue a rajatabla la estética original, por lo menos en su vestimenta, en su rostro si se puede contemplar esa sonrisa incorrupta de la que hablamos y que se mantiene en todo momento.

Al igual que el casi olvidado Violator, archienemigo de ese cómic que lo petó en los 90 para ir cayendo en el olvido poco a poco, "Spawn". Violator ya no sólo daba grima por su estética clown, sino que venía acompañado de una estatura inversamente proporcional al tamaño de su barriga.


¿Casualidad? No. Todavía no entiendo que la gente pueda disfrutar con ellos. Nunca fui al circo y nunca llevaré a mis hijos…ya que no sé cómo se mata a un payaso…