22/9/15


El canadiense Denis Villenueve ha encontrado el equilibrio perfecto entre trabajar con estrellas de Hollywood, para que su trabajo tenga mayor visibilidad, y al mismo tiempo ser fiel a sí mismo, sin cambiar un ápice su discurso. Nadie que haya visto la actuación de Jake Gyllenhaal en "Enemy" o la de Hug Jackman en "Prisoners" puede acusar al director de haberse vendido. Ni por los actores elegidos ni por el modo de enfocar las películas.

"Sicario" continúa en esa misma línea. Papeles protagonistas para tres estrellas que lo bordan: Emily Blunt (en el papel principal y posiblemente el más desagradecido, aunque le permite mostrar un buen número de registros que demuestran lo gran actriz que es), Josh Brolin (carismático e intenso, es decir, todo lo que le faltaba a "Oldboy") y Benicio del Toro, el robaescenas de la película, que demuestra que cuando el papel realmente le interesa, aún sabe bordar sus interpretaciones (sí, estoy pensando en "Guardianas de la galaxia",,,).


No me voy a extender mucho más en hablar de los actores porque, como digo, los tres están magníficos. Aparte de que hacen lo que deberían hacer siempre los grandes intérpretes, es decir, dejar el lucimiento personal en un segundo plano y ponerse al servicio de la película. Y en este sentido todos brillan precisamente porque no hacen ningún esfuerzo en brillar, sino que desaparecen detrás de sus personajes, dando lo que la historia requiere de ellos en cada momento.

Sí que quiero dedicarle algunos párrafos a la película en sí, una tan dura como interesante reflexión sobre los límites morales y dónde marcar la línea que no se debería traspasar nunca. En este sentido es interesante ver cómo Villeneuve juega con el paralelismo entre la "frontera" mexicana y la "frontera" en la que se mueven los agentes de la ley. Territorios grises en los que es fácil entender a ambas partes y no estar del todo de acuerdo con ninguna.


"Sicario" no es una película sobre la guerra contra la droga. Lo dejó claro su director durante la rueda de prensa, cuando un periodista le preguntó por qué la historia no ahondaba más en los problemas reales del narcotráfico. "Quien vea la cinta esperando aprender algo nuevo sobre cómo operan las mafias mexicanas, está perdiendo el tiempo", dijo. "Está ambientada en Juárez como podría haberlo estado en África, Latinoamérica o cualquier otro lugar".

Porque lo cierto es que "Sicario" habla de conflictos morales. Los de sus tres protagonistas, decididos realmente a luchar contra el narcotráfico. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Siguiendo el reglamento al pie de la letra? ¿Aplicando el ojo por ojo? ¿Qué resulta más efectivo?

No estamos ante un blockbuster de Hollywood (magnifica diversión, por otra parte) en la que al final Chuck Norris se carga a un cartel él solo mientras todos aplaudimos. Aquí los actos tienen consecuencias. Aquí se muestra el después, el hecho de que hay que vivir con las decisiones que se han tomado. Uno de mis momentos favoritos es cuando el personaje de Emily Blunt se siente realmente contrariada después de haber disparado a un hombre que intentaba matarla. Porque, más allá de que fuera en defensa propia, matar nunca es fácil.


Ese es el auténtico quid de la cuestión. En la película hay lobos y corderos. Y todos los personajes tienen la oportunidad de decidir a qué bando quieren pertenecer. Teniendo en cuenta, eso si, que, como sucede en el mundo real, los lobos se comen a los corderos. Es, por tanto una fábula moral. La lucha de la conciencia contra la seductora posibilidad de saltarse las reglas (uno de los jefes dice en un momento determinado la siguiente frase, que me parece magnifica: "este año hemos incautado el doble de droga que en los dos años precedentes. Dime, ¿tú lo has notado en la calle?")

Villeneuve tiene una opinión muy concreta sobre cuál le parece la postura correcta pero, de un modo que es muy de agradecer, se ahorra la enseñanza moral, limitándose a exponer la situación y dejando que sea el espectador quien decida qué pensar. Expone los argumentos de todos sus personajes, los lanza al aire y es nuestro turno de decidir a quién apoyamos y por qué. Es una historia sin auténticos villanos. O quizás sí. Ustedes deciden.


Intensa, bien planificada, seca, sin darle todo mascado al espectador, "Sicario" es una excelente película que además contiene una de las mejores secuencias del año: el momento en que el convoy tiene que atravesar la frontera mexicana, de vuelta a Estados Unidos, llevando a un importante prisionero, y conscientes de que las mafias actuarán para que no pueda hablar. Son diez minutos de tensión en estado puro que se resuelven de un modo tan magistral como (en cierto modo) inesperado.