26/9/15


Emily Watson es una actriz, no una estrella de cine. Es lo primero que me queda claro cuando la escucho hablar en San Sebastián, derrochando simpatía y mostrándose amable y cercana. Y eso que lo de los homenajes "no es su rollo". Admite que está encantada de hacer promoción de todas sus películas, pero que es más reticente a aceptar invitaciones personales a festivales de cine, a convertirse ella misma en la noticia. Pero claro, cuando a una le dan el Premio Donostia, no es cuestión de rechazarlo.

Deja claro que es un honor recibir el galardón, aunque bromea diciendo que "no se siente lo suficientemente vieja". Y, a continuación, con ese mismo sentido del humor, dice que de todos modos es obvio que ya tiene una edad, porque lo de la cirugía estética no va con ella.

Digo que es una actriz y no una estrella porque no parece dispuesta a sacrificar su vida personal por una carrera más exitosa. No se ve haciendo una película que le parezca estúpida, el guión tiene que tocarle la fibra sensible de alguna manera. Pero, al mismo tiempo, ha de considerar otras cuestiones, como el tiempo que el rodaje le va a obligar a estar fuera de casa. Lleva 20 años felizmente casada y tiene dos hijos de los que no quiere estar alejada demasiado tiempo. Aunque eso le cueste algunos papeles. Es feliz con su carrera (una para la que admite que no tiene ningún plan estudiado) tal y como se está desarrollando.


La inolvidable protagonista de "Rompiendo las olas". película con la que debutó por la puerta grande (con nominación al Oscar incluida) sólo tiene palabras de agradecimiento para el siempre polémico Lars Voin Trier. Es consciente de la fama de difícil que tiene el director, pero su experiencia fue de lo más positiva. Quizás, añade, porque era su primera película y no tenía nada con que comparar la experiencia. Aún así, la disfrutó al máximo.

Emily Watson es valiente con sus declaraciones, como cuando se desmarca del discurso feminista sobre los salarios en Hollywood (cuando a día de hoy lo fácil es sumarse al carro del discurso de Patricia Arquette. Por eso me pareción sorprendente que quisiera mantenerse al margen). Por supuesto que es un tema que le preocupa, por supuesto que le parece una situación para la que los estudios deberían dar una respuesta...pero no es su guerra. Es feliz cobrando lo que cobra por hacer lo que más le gusta.


Y es que la actriz adora hacer películas. Es su pasión. Se siente más cómoda en cine y televisión que en teatro, porque, con una sinceridad abrumadora, admite que le parece muy duro eso de tener que repetir el mismo papel ocho veces por semana, recitando una y otra vez los mismos diálogos. Está claro que es una persona a la que le gustan los nuevos retos, que se "aburre" fácilmente. Por eso disfruta mucho más en un plató de cine o incluso en la tele, en la que todo es "rápido, rápido, rápido".

No ve problemas en estar "algo" encasillada en hacer de madre ya que, como dijo, "muchos personajes interesantes resulta que tienen hijos". Y tampoco mostró ninguna queja por los papeles que le ofrecen (siempre bastante intensos) aunque admitió que le gustaría hacer alguna comedia (género en el que, sinceramente, creo que sería una agradable sorpresa). O hacer de villana. Pero desde luego no parecía especialmente preocupada si al final resulta que no puede hacer ni una cosa ni la otra.

Repasando su excelente filmografía ("Hilary y Jackie", por la que consiguió su segunda nominación al Oscar, "War horse", "Las cenizas de Ángela", "La ladrona de libros", "Synecdoque, Nueva York"...) destaca dos películas en las que se lo pasó muy bien: "Gosford Park" (donde coincidió con Maggie Smith, actriz a la que admira) y "Punch Drunk Love", de Paul Thomas Anderson. Y le cuesta hablar sobre directores con los que le gustaría trabajar, porque muchos de ellos, dice de nuevo con una sonrisa, ya están muertos. Se trata, una vez más, de que salgan proyectos interesantes. Pero sin agobios.


Ahora mismo tiene pendiente de estreno una película para televisión, "The Dresser", donde comparte protagonismo con Anthony Hopkins e Ian McKellen, lo que la tiene feliz. Más allá de eso, no tiene problemas en reconocer que no tiene mucho más en cartera, aunque no parece preocupada. Y hace bien en no estarlo, porque seguro que no dejarán de llegarle papeles.

Es lo que tiene ser una gran actriz. Es lo que tiene llamarse Emily Watson.

(Las dos primeras fotografías son obras de Iñaki Pardo, y las dos últimas de Montse Castillo, que conservan todos los derechos sobre las mismas)