21/8/15


Esto  no es una noticia al uso, en el sentido de que, cuando la lean, seguro que más del 90% lo harán sabiendo ya que Daniel Rabinovich, uno de los integrantes del mítico grupo "Les Luthiers", ha fallecido hoy a los 71 años de edad. 

Tampoco quiero que sea un obituario. No me apetece pensar en lo que pierde el mundo (a un genio del humor) sino en lo que ganó durante las últimas cuatro décadas (un genio del humor). Tampoco siento ningún deseo de hacer un recorrido por su trayectoria. Los que conocen "Les luthiers", ya saben lo que Rabinovich era capaz de ofrecer. Los que no...en el fondo les envidio. Aún tienen por delante cientos y cientos de horas de diversión por descubrir.

No, estas pocas líneas son un pequeño, humilde homenaje personal. El mismo que a buen seguro le dedicarán miles y miles de personas en todos los rincones del mundo. Porque Rabinovich y "Les Luthiers" nos han hecho reír, nos han hecho disfrutar, han conseguido que a ratos este mundo fuera un lugar un poco mejor. Por eso hoy tantas personas nos sentimos un poco más huérfanas.

Tuve la gran suerte de verle actuar en directo en varias ocasiones. Desgraciadamente la última vez que "Les Luthiers" visitó Canarias, hace unos pocos meses, lo hizo sin el gran Daniel (sus problemas cardiacos vienen de antiguo; muchos años atrás ya asistí a otra representación en la que estuvo ausente por problemas de salud). Me apenó un poco, y pensé que estaría bien volver a ver al grupo en el futuro, de nuevo con él tomando la batuta del espectáculo. Por desgracia, eso ya no será posible.

Y ya basta de ponernos serios. ¿Qué manera es esta de recordar a un hombre tan alegre y extraordinario? ¡Por Dios, vamos a reírnos un poco!

Decidir cuáles son los sketches favoritos en los que participó el genial humorista es una de esas preguntas trampas que no tienen respuesta. Porque todos, absolutamente todos los números, incluso los menos inspirados, siempre tenían una frase brillante. Un momento mágico que me hacía sonreír y soñar con ser capaz algún día de crear algo tan bueno, tan divertido, tan inmortal.

Pero siempre que pienso en Rabinovich, sin ningún motivo concreto, me viene a la cabeza el bolero "Perdónala".


¿Quieren más clásicos? Todo el segmento dedicado a "Manuel Darío". Son trece minutos, sí. Y ojalá fueran 50...


Retrocediendo en el tiempo, cada vez que escucho esta "Payada de la vaca" (y ya van unas cuantas decenas de veces) sigo riéndome como la primera vez.


Y, aunque sea un tópico, es imposible terminar este pequeño muestrario sin recordar su lectura equivocada. Un clásico, una joya, una delicia.


Este seto es toso. O lo que es lo mismo, "esto es todo".

Muchas gracias, señor Rabinovich. Fue un inmenso placer. Lo seguirá siendo, porque aunque su cuerpo nos haya abandonado, su talento permanecerá para siempre con nosotros.