3/7/15


En 1977 Peter Finch se convirtió en el primer actor en ganar un Oscar a título póstumo: fue como Mejor Actor por "Network, un mundo implacable", de Sidney Lumet... Pero no quiero hablarles de eso ahora. No quiero hablarles de la película, de su inmenso guión oscarizado, ni del genio de Lumet...

El cine no siempre es sólo entretenimiento. No ocurre muy a menudo, pero de cuando en cuando una película, una escena, una frase o una interpretación, trasciende esa categoría para convertirse en arte mayor, en Patrimonio de la Humanidad... En el mejor reflejo del mundo que le rodea y del que se nutre, un valioso legado para espectadores futuros: una prueba fehaciente del valor incontestable del arte y la cultura como testigos que dan perspectiva, claridad y sentido al devenir de los tiempos..


La semana pasada, en EEUU se alcanzaba un hito histórico: el matrimonio homosexual era legalizado en todos los estados del país... Y el resto del mundo se cubrió de banderas de colorines: balcones oficiales, manifestaciones en la calle... Y fotos de perfil de millones de usuarios de cualquier red social. El triunfo de un colectivo que ha atravesado las arenas de su desierto particular (si no es acaso el mismo que cruzamos todos...) por su derecho a expresarse, protestar y luchar por sus derechos...

Estos días, son los griegos los que libran su batalla particular: en este caso no contra un desierto, sino más bien un cerco, un corral (sin el diminutivo alusivo a los bancos) al que están siendo empujados por, entre otros, los mismos que intentaron controlar el mundo a base de gas y fusiles no hace tanto tiempo, y que hoy dictan las normas libres de toda culpa desde sus tronos en casas de moneda y timbre... Pero ellos, los griegos, tampoco renuncian a su derecho a expresarse, a salir a la calle y unirse para luchar por sus derechos, con sus convicciones y la palabra como únicas armas. Y qué hermosa lucidez hacerlo en una plaza llamada Sintagma...


Y en medio de tanta victoria de la palabra... En España nos la quitan con una mordaza. Y de esto sí quiero hablar; y es entonces cuando me acuerdo de Peter Finch, pienso en todas las películas que han retratado para siempre la realidad de los cambios que sacuden el mundo (desde "Philadelphia" hasta "Lincoln", desde "Norma Rae" hasta "El Juicio de Nuremberg: Vencedores o Vencidos"...), y pienso que en todo lo que quisiera y pudiera decir ahora (poco, si no quiero enfrentarme a una multa que, como buen actor, no puedo permitirme pagar gracias a la in-gestión de este Gobierno...) no habría prácticamente nada que no se hubiera dicho ya en esta escena... Una escena que, 40 años después, podría estar sacada de cualquier manifestación del Orgullo LGTB, de las últimas horas en la Plaza Sintagma... O de cualquier rincón de este país en estos días, y desde hace ya demasiado tiempo...

Y ustedes, ¿qué eligen? ¿Gritar o cerrar la ventana?


(Repitan conmigo: "qué grande es el cine"... Y abran la ventana)