1/7/15


"Los violadores" (Paul Grau, 1981) es una de las más delirantes, histéricas y mierdosas  co-producciones españolas de esas que tanto se estilaban en la época. Uno no sabe que pensar al verla: si los responsables estaban hasta arriba de todo tipo de sustancias legales e/o ilegales para dar luz verde a tal sarta de despropósitos fílmicos o si se trata de un ejercicio de pura transgresión propio de ese tiempo de Transición lleno de tetas y felpudos.

La historia no tiene precio: un chuloputas ricachón y con pelazo se pasea por Barcelona con su flamante Corvette Stingray pinchándose a toda fresca que se le pone a tiro en las discos de moda.  Una noche, él y su golfa dieciochoañera, a la cual va a desvirgar, se topan con grupo de moteros nazis (y con sus Bultacos y Puch camperas!). Estos malosos del Todo A Cien le dan una somanta de palos al John Travolta de Castelldefels y violan a su “partenaire”.


Tras sobrevivir a duras penas a la trifulca, éste decide vengarse pidiendo ayuda a sus amigos, LOS KARATEKAS.  Paul Grau, el director de HESTO (sí, con HACHE), preso de una catársis creativa como el mundo del arte jamás haya visto (y de la cutrez más supina) se saca de la manga un combate  de artes marciales que parece coreografiado por Cañita Brava. En pleno clímax de la trifulca se incluye un cercenamiento de pene. ¡Ahí es nada!

Obviamente, las SS motorizadas no pueden dejar que esa afrenta  se quede así y entre escena subnormal y escena aún más subnormal del pijales con carrazo, éstos deciden ir a cargarse a su familia (y a su jardinero y a su personal de limpieza!). FIRE! Todo sigue a tope!


Hal, que así se llama nuestro héroe, decide vengarse (MÁS VENGANZA!) cogiendo una escopeta para dar caza a la Wermatch catalana.

Ah! Y todo este despropósito argumental viene sazonado por la música heavy metal del mítico grupo suizo Krokus.


La realidad es que la película es un “sidazo” de tres pares de cojones, donde los personajes más mongolos del cine español y todo tipo de barrabasadas campan a sus anchas. Los responsables que perpetraron este divertidísimo engendro fueron el inefable clan catalan Balcázar y el suizo Erwin C. Dietrih, responsable de algunos de los films del exilio centroeuropeo de mediados de los 70 de Jesús Franco.

Resumiendo, esta película aglutina todas las características que hace que una película sea una joya  del séptimo arte: un héroe guaperas, un cochazo, gore, tetas, porno softcore, moteros nazis, karatekas y banda sonora heavy metal. ¿Quién da más?